14/06/2013

Los golpes de calor, en el radar de la productividad

La nueva campaña agrícola. Evalúan estrategias de escape y de tolerancia a estrés térmico. LA VOZ.

El planeta se está calentando, la temperatura media a nivel mundial se ha venido incrementando lentamente pero sin pausas al punto que, desde 1900 para acá, la térmica de los polos ya acusa ocho grados centígrados por encima de aquel año base.
Con este solo dato de contexto de largo plazo, el doctor Gustavo Maddoni (Universidad de Buenos Aires) se presentó en un taller que realizó esta semana en Córdoba el semillero Nidera. Allí expuso sobre el efecto de las altas temperaturas en la productividad del maíz y sobre las estrategias que los productores y asesores pueden considerar sobre la base de las últimas investigaciones y los híbridos disponibles en el mercado.
Cuando las temperaturas superan los 35 grados, el cultivo puede resultar afectado por estrés térmico y los denominados “golpes de calor”, así definidos por producir un daño e impacto en los rendimientos o en la calidad del grano.
Maddoni describió diferentes etapas e incidencias del estrés térmico, al que se analiza además en combinación con el estrés hídrico (la oferta de agua durante el ciclo del cultivo). “Los cultivos normalmente pierden agua a través de sus hojas y eso hace que se refrigere la superficie que va a capturar la radiación y transformarla en materia seca. Sin embargo, cuando las temperaturas son elevadas y hay mayores umbrales, se afectan las hojas y el cultivo deja de producir con la misma eficiencia la materia seca. Es decir, crece menos de lo que debería. Eso ocurre respecto del punto de vista de las hojas. Ahora, cuando los aumentos de temperatura ocurren cuando se está produciendo el polen, las panojas quedan estériles y no hay producción de polen. Cuando ocurren alrededor de la floración femenina, por más que haya polen, los granos fecundados abortan y se cae el rendimiento. Finalmente, si ocurren durante el llenado de granos, se seca el área foliar, porque se quema, no tiene posibilidades de recuperarse –como sí podría ocurrir en etapas más tempranas– y se corta el llenado y los rendimientos por peso de los granos”, detalló.
El especialista distinguió entre dos vías de manejo: una de “escape”, a partir de cuantificar el estrés en el mismo ambiente de producción (utilización de índices horarios de temperatura, evolución de las temperaturas máximas en una serie histórica), el conocimiento del ambiente específico, y evitar exponer los períodos críticos del cultivo a los momentos de mayor incidencia de las temperaturas. La otra vía sería la “tolerancia” de estos estrés por la vía de la sensibilidad de los materiales o híbridos elegidos. “Conociendo el clima y la fisiología del material genético podemos tomar decisiones para escapar a los golpes de calor”, dijo Maddoni. Pero aclaró: “Los semilleros tienen que comenzar a mirar más este estrés, que es distinto a otros, y buscar tolerancia porque el escape a la alta temperatura no es la única solución y el cultivo tiene que saber sobrellevarla”.