En la provincia de Córdoba, los márgenes de rentabilidad de los principales cultivos se ajustaron notablemente y se proyecta la menor intención de siembra de trigo de las últimas 11 campañas.
Con un total de 809.000 hectáreas, en la provincia mediterránea se espera un 23% menos de implantación del cereal de invierno, respecto al promedio histórico, y 17% menos que el año pasado, según la encuesta que hizo la Bolsa de Cereales de Córdoba (BCCBA).
“Cuando se ve la intención de siembra del trigo en la provincia de Córdoba, el clima es prácticamente un tercio del factor de decisión, mientras que el nivel de la humedad del suelo, antes de sembrar, significa otro tercio. Entonces, cuando se suman, da que entre ambos tienen un 60% de incidencia directa en la decisión de siembra”, explicó el productor agropecuario y asociado a la BCCBA, Fernando Bazán, de la localidad cordobesa de Hernando, considerada “la capital nacional del maní”.
El otro aspecto gravitante que los productores tienen en cuenta, según explicó, es la rentabilidad. “Considero que hoy en día va a empezar aumentar a la hora de tomar una decisión, porque no hay nada que te diga vaya a ser negocio producir trigo”, comentó Bazán, quien analizó la rentabilidad de cada cultivo en base a datos de la BCCBA y de empresas de insumo de su confianza.
Para calcularla, tuvo en cuenta un escenario de producción de trigo seguido de soja de segunda, la cual se implanta en diciembre. “Hice una suerte de mix entre costo de arrendamiento para ambos cultivos. La gente que hizo soja sobre trigo, está sacando no más de 8 quintales. Por lo cual, se está ‘perdiendo plata a lo pavote’ con esa combinación”.
Al respecto, precisó: “Ahí empieza a jugar la cuestión hídrica. Porque no hay agua para hacer las dos cosas, es una u otra, y el mayor margen lo brinda la soja”.
Al respecto, detalló que con trigo, que en la zona promedia 30 quintales, quedan en el bolsillo del productor apenas 3 quintales, descontados los gastos e impuestos. Es decir, unos US$60 por hectárea de ganancia en campo arrendado, si se toman en cuenta los US$200 por tonelada que ronda la posición a diciembre para ese cultivo. Mientras que con soja se logran entre 10 y 12 quintales de ganancia.
Para los propietarios de la tierra hizo la misma cuenta, ya que en ese caso tuvo en cuenta el costo de oportunidad de no haber arrendado el establecimiento para producir, que actualmente tiene un valor de entre 10 y 12 quintales de soja por hectárea.
“Para el cálculo, no tuvimos en cuenta lo que se gasta en gasoil para ir a ver el lote de manera periódica, Pero si se tiene en cuenta el combustible y el gasto de estructura, salís empatado con lo justo”, señaló.
En ese sentido, agregó que el combustible tiene un mayor peso en las localidades por fuera de la zona núcleo. “Los que han tomado la decisión de sembrar trigo en esas áreas más marginales, como la de Hernando o la de Villa María, ahí empieza a jugar el factor riego. Ahí sucede algo muy interesante, ya que se ha descolocado el precio relativo. Históricamente, el milímetro de riego, costaba US$1, que era el litro de gasoil. Pero ahora este combustible cuesta US$1,20, es decir entre $1050 y $1100, y con el milímetro sucedió lo mismo. Eso es gravitante a la hora de regar”.
En el caso del maíz, si se tiene en cuenta la cotización en el contrato con entrega a julio de 2024, se están perdiendo entre US$15 y US$20 por hectárea.
Aunque en el caso de los agricultores que tomaron créditos blandos en pesos con un interés de entre el 50% y 60% anual, se les licuó la deuda con la devaluación del dólar oficial y eso les permite quedar en margen positivo. “La pregunta es, ¿cuántos productores licuaron los pasivos en pesos y cuántos fueron a canje o van a ir a pagar a final de cosecha?”.
El achicamiento en los márgenes de ganancia de todos los cultivos, según explicó, se debe principalmente a algunos motivos macroeconómicos. “Hubo un período de transición donde hubo inflación en dólares y quedó desarbitrado el tipo de cambio. Es evidente que se cerró la brecha, que era de un 150% entre el dólar oficial y el paralelo. Pero, por ejemplo, el gasoil no llegaba a US$1 el litro, cuando ahora lo superó. Por lo cual, el costo de laboreo, entre siembra, cosecha y fumigación, ya no es el mismo”.
Al respecto, comentó que el Impuesto PAÍS a las importaciones genera un desfasaje en el mercado cambiario y perjudica a la rentabilidad. “El fertilizante, principal insumo que representa el 31% de todos los costos directos, se paga con ese tributo para importarlo. Por lo cual, yo no repongo la urea (fertilizante principal) a un dólar de $860 que me pagan el trigo, sino con uno de $1100. Ese desarbitraje del tipo de cambio, entre lo que se vende y lo que se compra, genera una distorsión en el mercado”.
A eso, se suma los vaivenes en los precios de los insumos y los granos. “Hace dos meses, un litro de glifosato costaba US$7, pero hoy conseguís por US$4,5. Fluctúa constantemente y no hay una línea clara. Ni hablar en el mercado de granos, que hay una volatilidad implícita. Pero hoy un trigo de US$200, a diciembre, te deja un margen casi negativo”.
Sobre el anuncio que el ministro de Economía, Luis Caputo, hizo para rebajar los aranceles para importar herbicidas y fertilizantes, Bazán consideró que tiene una influencia menor. “Cuando medimos la incidencia de la reducción, en la parte impositiva, de glifosato, atrazina y 2,4d en un barbecho de invierno, que se lo puede dejar para trigo o soja, es de US$1,75 por hectárea, cuando el productor está gastando US$650. Es nada”.
En cambio, consideró que una quita de retenciones sí tendría un impacto importante en el agro, ya que le aseguraría al productor pasar a terreno positivo. “Cuando se mira la cantidad de hectáreas de trigo que se sembraron con y sin retenciones, se nota una variación sensible. Esto significa que si el Gobierno decidiera no cobrarlas, tendría un resultado final mucho mejor que el de ahora cobrándolas. Es decir, sacrificaría el porcentual del 12% de retenciones al trigo, a cambio de lograr una mayor área de este cultivo y exportar más. El trigo es una oportunidad para que ingresen más divisas”, argumentó.
Sobre eso, precisó que con la cosecha fina, a la que denominó como una “caja chica” al lado de la gruesa de maíz y soja, el Gobierno recaudó unos US$3500 millones durante el 2023.
“La cosecha de soja va a terminar en mayo y la de maíz en agosto. Para después de eso, solo queda la siembra fina, que se trilla en diciembre. Si este año se reduce la superficie de trigo, esa caja va a ser menor aún. Por eso, quitar las retenciones también se justifica desde un punto de vista de mejorar las cuentas públicas”, concluyó.