En gran parte del país hace algunos días volvieron las lluvias y también la esperanza de tener una buena cosecha. Producir es muy complejo y pareciera que en los últimos años lo es cada vez más. Adicional al contexto país, que nos ha hecho casi expertos en finanzas e impuestos, el clima pareciera estar más errático y pasamos de la risa al llanto y viceversa, en cuestión de días.
El año pasado, recuerdo que el 31 de enero en la zona de General Villegas y alrededores creíamos que íbamos a tener una cosecha muy buena. A esa altura de la campaña no imaginábamos que durante febrero no llovería nada y que terminaríamos cosechando 20 quintales de soja. Este año, en la misma zona, el ansiado Niño se demoró en llegar y la cosecha fina fracasó. Y por lo mismo fue poco el maíz temprano que se sembró.
Entrada la primavera aparecieron las lluvias y renovamos las esperanzas. Los cultivos se pusieron muy lindos, los bajos se llenaron de agua después de mucho tiempo y empezamos a ilusionarnos con una buena cosecha.
Llegó enero y con él una sequía y una ola de calor histórica. En ese momento muchos nos dijimos: “Esta película ya la vi”. Y empezamos a preocuparnos y a sacar cuentas. Las reservas financieras ya no eran las mismas que las de la campaña anterior.
Comenzó febrero y volvieron las lluvias. Generalizadas, abundantes y justo a tiempo en gran parte de las zonas productivas: renovaron las esperanzas. Y una ayuda extra y no menos importante, el calor empezó a menguar.
A diferencia de otras zonas menos afortunadas, hoy en el sur de Santa Fe, sur de Córdoba, nordeste de La Pampa y noroeste de Buenos Aires los cultivos están relativamente bien.
La mayoría de las aplicaciones ya se han hecho y los monitoreos se realizan con más tranquilidad. En general, los estadios de los cultivos más sembrados son: maíces tempranos cerca de madurez fisiológica, sojas de primera en R5-R6, girasoles a 2-3 semanas de cosecharse, maíces tardíos en grano lechoso, maníes en R6-R7 y sojas de segunda en R3-R4 (recibiendo estos dos, los últimos fungicidas e insecticidas en estos días).
En todos lados esas semanas sin lluvia y de calor intenso sin duda hicieron mella en la “cosecha récord” que se anunciaba. El impacto dependerá de la zona, el cultivo, el lote y el manejo, pero al fin y al cabo afectará a todos. Más allá de eso, “pareciera” que vamos a tener una cosecha más o menos razonable a nivel país. Aunque hasta que no se cargue el último camión, a nivel individual, no sabremos cómo nos habrá ido, como dicen los que más años tienen y más saben.
Producir siempre ha sido riesgoso y últimamente requiere cada vez de mayor inversión. Quienes mejor logren mitigar dichos riesgos a través de acuerdos más favorables, mejores prácticas agrícolas y mayor orden y control en su gestión serán seguramente quienes continúen en el negocio de manera exitosa.
Entre las diferentes estrategias, una que se está volviendo cada vez más frecuente es la realización de “siembras asociadas”. Una modalidad que hace varios años era muy común entre contratistas que aportaban las labores (y muchas veces los insumos y el manejo) y dueños de campo que aportaban la tierra. En la actualidad los convenios de siembra en los que cada socio contribuye con los recursos que tiene más “a mano”, son algo más complejos, pero la búsqueda es la misma: estar presentes en el negocio y disminuir los riesgos.
En estos acuerdos, los participantes más frecuentes son: productores, dueños de campo, distribuidores de insumos, contratistas e incluso asesores que aportan la conducción de los cultivos. Para algunos el fin principal es ser parte de una escala mayor, diversificar zonas y/o capitalizar mejor sus bienes o servicios. Y en general, todos consiguen estos objetivos.
Basados en la confianza, estos acuerdos son cada vez más transparentes y fáciles de controlar gracias a los registros y a la trazabilidad que proporciona la digitalización, que cada vez es mejor y más frecuente en el agro. En un entorno caracterizado por la creatividad y la resiliencia, seguramente esta antigua práctica aggiornada a los tiempos modernos sea parte de la solución en algunos casos, en un negocio cada vez más riesgoso y de mayor incertidumbre.
Los más entusiastas dicen que las crisis vienen acompañadas de oportunidades y quizás estas alianzas ayuden a muchos a lograr disminuir los riesgos, aumentar la escala y maximizar sus activos; diversificando y generando nuevos negocios de manera colaborativa.
Sin dudas, salir airoso depende de varias decisiones y acciones coordinadas que los productores y sus asesores conocen muy bien y llevan a cabo cada vez mejor. Y por ello son parte exitosa de este emocionante negocio. Por supuesto, siempre hará falta que llueva y que acompañen los precios. Y quienes vivimos el campo, somos optimistas de que eso sucederá.
El autor es ingeniero agrónomo y CEO & fundador en AgroPro
Por Ignacio Eguren