19/12/2011

La baja del precio de la soja es un alerta naranja y si se suma una sequía, será roja

Gerardo Bartolomé Anticipa un 2012 complicado por el frente externo. Ingeniero agrónomo, comanda una empresa familiar que, aclara, no está en venta. Julieta Camandone. EL CRONISTA

Gerardo Bartolomé montó hace treinta años una empresa que no se proponía comercializar semillas y hoy concentra el 45% de las ventas de soja en el país. En diálogo con El Cronista, el ingeniero agrónomo que comanda una empresa casi familiar (tiene cinco socios) destaca que el capital empresario sigue en las mismas manos, con proyecciones de mantener el estado de cosas y seguir creciendo en el exterior.
Sin embargo, no todos los días son soleados en las tierras bonaerenses de Chacabuco, donde nació la empresa.

- ¿Cuánto va a impactar la baja del precio internacional de la soja en su negocio?
- Sin duda, la gran preocupación hoy es una baja del commodity, que baja la rentabilidad del productor. Yo diría que estamos en un alerta naranja y, si se llegara a sumar una sequía, sería un alerta roja.

- ¿Cómo ve los próximos cuatro años, con Cristina en el Gobierno?
- Nosotros crecimos con la democracia y sobrevivimos a los diferentes mandatos. En estos cuatro años suponemos que habrá una buena convivencia con las empresas. En nuestro segmento, el Gobierno dio señales muy importantes y muy positivas de que no quiere que la Argentina pierda la carrera en la Biotecnología. Está mirando lo que hace Brasil respecto de la aprobación de transgénicos en soja y está tratando de seguir ese ritmo.

- ¿Y cómo ve la relación con el campo en general?
- Creo que la Presidenta se dio cuenta de la importancia del sector. En cuanto al cambio de conducción del Ministerio de Agricultura, se mantuvo tanto al secretario como al subsecretario de Agricultura, (Lorenzo Basso y Oscar Solís, respectivamente) lo cual garantiza que el diálogo sigue abierto.

- ¿Se puede seguir expandiendo el negocio agrícola en la Argentina o ya no hay más espacio?
- Hoy se cultivan 30 millones de hectáreas. Si bien no tenemos el potencial de Brasil en expansión, se podría crecer 15% ó 20%, especialmente en Chaco, Formosa, Santiago del Estero, Misiones, Entre Ríos y Corrientes.

- ¿Qué hace falta?
- Que haya un cambio de modelo de negocios de muchos productores, lo que está de la mano de la rentabilidad.
- A contramano del flujo de capitales empresarios en los últimos años, la nacional Don Mario llegó a Brasil en 2003 con la marca de semillas Brasmax y ostenta el 52% de la participación de mercado de la región sur del país. Hasta ahora no vende semillas en el norte. La empresa también es fuerte en Uruguay, donde desembarcó en el año 2000, y está presente desde 2003 en Paraguay y, desde 2005, en Bolivia.

- ¿Cómo están hoy las condiciones para invertir en Brasil en comparación con la Argentina?
- Los países sudamericanos comparten muchos de los problemas para el inversor. Brasil atrae mucho por el potencial del sector agrícola, el tamaño de su economía y, comparado con la Argentina, hoy tiene un mejor acceso al crédito, que para una empresa de nuestro tamaño es importante.

- A diferencia de Don Mario, la mayor semillera mundial, Monsanto, dejó de vender semillas de soja en la Argentina en 2006 por no poder cobrar un canon de propiedad intelectual. Más allá de que Don Mario usa la base tecnológica de Monsanto y que la multinacional planea volver al mercado en 2014, el cobro por la investigación sigue siendo un tema irresuelto. Según explica Bartolomé, sólo el 35% de la soja que se siembra en el país paga algún tipo de retorno por investigación porque ¨seguimos teniendo una ley del año ¨73 que es muy obsoleta¨, explica. ¨Si bien hay intención de discutirlo en el ámbito del Congreso, eso no se dio todavía y esa norma necesita ser actualizada, porque en los últimos 40 años la tecnología cambió por completo¨.

- ¿Cuánto cobran en concepto de propiedad intelectual en el resto de Sudamérica?
- En Brasil el 70% de las semillas de soja paga un retorno a la inversión, mientras que en Uruguay ese volumen asciende al 95%. En Bolivia es del 60% y, en Paraguay, del 40%. Para nosotros, el 35% en la Argentina, es un llamado de atención porque de eso depende que siga fluyendo tecnología a la Argentina.