30/09/2019

La columna de la semana: Huyendo hacia adelante...

El lanzamiento de la Campaña de Cosecha Gruesa 2019/20, celebrada el miércoles en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, dejó flotando una conclusión más que interesante. Como para que el campo saque pecho: a pesar de que sobrevuela el temor a un cambio de ciclo político, los chacareros están para seguirla. Según las encuestas y los análisis de los expertos, los números dicen que la próxima cosecha sería sólo un 3% inferior al récord de la última. CLARÍN

Más que ir al frente, es una huida hacia adelante. La reducción no se debería tanto a una caída en la superficie como a una (también pequeña) reducción en el nivel de tecnología, en particular debido a un aumento de la superficie de soja en detrimento del maíz.
Esto tiene un matiz negativo, por el lado de que se vuelve atrás en el camino virtuoso de la incorporación de más gramíneas en las rotaciones. La sustentabilidad tecnológica y ambiental del sistema de rotaciones generalizado en estas pampas queda un tanto subsumido en la nueva prioridad, que es la sustentabilidad de la empresa. A cuidar la caja…
Lo mejor que puede hacer el campo es seguir con su propia dinámica. La mayor ayuda que recibió del gobierno Macri fue la unificación cambiaria, la eliminación de las retenciones y las restricciones a la exportación de cereales. Pero luego volvieron, y todos descuentan que un eventual gobierno de los Fernández significa su continuidad.
Ya hemos hablado de que la peor consecuencia de este “mal impuesto” (como si otros fueran buenos…) es la alteración de la relación insumo/producto: más unidades de producto para adquirir una unidad de insumo o equipo necesario para producir. Entonces, orientan la producción hacia un modelo extensivo, con menos “cosas compradas”. Se produce sobre la base del recurso que está, que es el suelo, y terminamos exportando nutrientes que no se reponen.
El dato de la sustitución incipiente de maíz por soja es un buen indicador de este efecto. El maíz es más exigente en tecnología, hay que comprar más cosas, entre ellas el fertilizante. Hoy pocos siembran maíz sin ponerle todo el tuco. Lo mismo está pasando con el trigo.
La soja tiene la enorme ventaja de que se provee solita del nitrógeno que necesita, gracias a la extraordinaria habilidad de las leguminosas de tomarla del aire en la rara simbiosis con las rizobacterias que hacen nido en sus raíces. Esto lo conocen de sobra los productores, pero no tanto en los ciudadanos de a pie, donde caló hondo la demonización de la soja como un yuyo maléfico.
Pasaron once años, la soja se apretó contra el suelo para aguantarle al temporal. Se estancó, pero siguió creciendo la capacidad instalada de plantas y puertos. Se pueden moler 150.000 toneladas por día. Son 6.000 camiones que entran y descargan diariamente a la vera del Paraná. 60 millones de toneladas, 5 más que la capacidad instalada.
Llegaron los chinos, a través de Cofco compraron Noble y Nidera. Hace quince días los chinos destrabaron la importación de harina de soja. Esta semana aprobaron siete plantas de crushing, entre ellas las dos propias, obviamente. Ahora falta el registro de los productos, el último paso. El puente proteico se consolida. La oportunidad también. Carnes de todo tipo y el insumo básico para producirla. La Vaca Viva.
Esto lo entendió la administración Macri. Si hay continuidad, no hay dudas de que se profundizará este sendero. Si cambia el signo político, será cuestión de demostrar que el campo está del lado bueno del mostrador. La desconfianza es enorme y motivos sobran.
Pero también sobran oportunidades. Están los mercados. Está lo que podemos seguir produciendo. Y hay en espera varios millones de hectáreas que, con obras de infraestructura indispensables, pueden generar una épica extraordinaria. Alimentos, bioenergía, economía circular. Sabemos hacerlo.