26/04/2013

La agricultura, entre desvelos y logros ambientales

El ahorro de combustible y una menor utilización de agroquímicos están entre los beneficios de la biotecnología aplicada a los productos agrícolas. LA VOZ.

En medio de los cotidianos embotellamientos y del “humo” que sale de los escapes, cualquier habitante urbano se sorprendería: en los últimos 15 años, la agricultura “sacó de circulación” dióxido de carbono equivalente a las emisiones de 76 millones de autos (más de ocho veces el parque actual de la Argentina). Ello merced al ahorro de combustibles, nuevas tecnologías y un manejo más eficiente de los recursos. Los deberes y logros de una agricultura “sustentable” están hoy en boca de todos, en pleno avance de la demanda mundial de alimentos y Córdoba no es ajena a esta discusión.
Durante el seminario que organizó esta semana en Buenos Aires la Fundación Producir Conservando, Pablo Vaquero –titular de la entidad– advirtió que en este campo no se puede hablar de competitividad si se soslaya el factor de la sustentabilidad. Y éste no encontrará soporte si no se aplica toda la tecnología necesaria.
Una mirada crítica y preocupada quedó sobre la brecha en las rotaciones y la reposición de nutrientes. Para llegar en el país de manera sustentable a los 135 millones de toneladas de granos en 2020, se requerirá equilibrar la canasta entre cereales y oleaginosas, incrementar la aplicación de fertilizantes, afinar la infraestructura y las políticas comerciales (para que la Argentina no quede al margen de los mercados).
Vaquero expuso los resultados de un reciente estudio publicado en Gran Bretaña sobre el impacto social, económico y ambiental de los cultivos biotecnológicos desde 1996 a 2011. En esos 15 años, los ingresos “en chacra” aumentaron en 98.000 millones de dólares gracias a la producción adicional de 110 millones de toneladas de soja, 195 millones de toneladas de maíz, 16 millones de algodón y siete millones de toneladas más de colza.
Los datos sobre el impacto ambiental de las nuevas tecnologías parecen estar confeccionados a medida de los críticos y del interés de los ciudadanos de a pie. Desde 1996, el uso de agroquímicos se redujo casi un 10 por ciento, equivalente a 475.000 millones de kilos de principio activo. El impacto ambiental por menor uso de herbicidas e insecticidas cayó casi un 20 por ciento.
La siembra directa (sin labranzas) y otros sistemas que demandan menor uso de combustible representaron un ahorro de 5,5 millones de litros, traducidos en 14,6 millones de kilos de dióxido de carbono. Esto contribuyó a menores niveles de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los suelos secuestraron o retuvieron unas 170.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, que no fue liberado a la atmósfera. Sería como retirar de circulación 76 millones de autos.
Estos datos, en opinión de Vaquero, merecen ser expuestos en voz alta, para contrastar los mensajes contrarios a un modelo productivo eficiente, cada vez más sustentable y necesario para cubrir la demanda de un mundo cada vez más necesitado de alimentos.