14/06/2021

En segunda, el maíz anda mejor sobre el rastrojo de garbanzo

En el norte de Córdoba, los híbridos rinden mejor sobre el rastrojo que deja el cultivo de invierno. La fijación de nitrógeno que aporta la legumbre se refleja en la productividad del cereal. Algunos ejemplos. AGROVOZ

Con la irrupción de la biotecnología en los híbridos de maíz, primero para el control del gusano cogollero y luego para el manejo de plagas en la espiga, la siembra en el norte de Córdoba prácticamente unificó su calendario.
Tanto los planteos de primera implantación como los de segunda concentraron las fechas entre diciembre y comienzos de enero.
Dentro de esta ventana –más pequeña, pero más segura– el maíz se muestra con diferentes caras.
Una de ellas es la que ofrece en la secuencia junto al garbanzo, que en los últimos 10 años en base a precio y, en especial, a la disponibilidad de agua se hizo un lugar en la rotación agrícola de la región.
A tal punto ha llegado su desempeño como antecesor que hoy le aporta al maíz mejores rendimientos que el trigo, el cultivo por excelencia en los planteos de segunda.
Andrés Flood produce maíz en el norte de la provincia, en una zona amplia de ambientes y clima. Se extiende desde el pie de sierra, en Pozo del Tigre, pasa por Colonia Caroya, Totoral y desde ahí hacia el norte: Chalacea, Cañada de Luque y Las Arrias.
Desde 1998, cuando arrancó con su modelo de producción agrícola por alquiler, siempre mantuvo al cereal y a la soja en una sociedad de partes iguales.
“Hacer ahora una rotación que incluya maíz es más fácil que hace 20 años atrás, cuando se cobraban cinco dólares por el maíz y obligada a compensar su margen bruto con hasta 3,5 quintales de soja”, recuerda el productor.
En 2009 comenzó con la secuencia garbanzo-maíz. “Desde que arrancamos hemos obtenido muy buenos resultados en rendimientos para el maíz, como alternativa de rotación”, reconoce Flood, quien destaca que al fijar nitrógeno al suelo, el garbanzo contribuye a aportar estabilidad a la producción del cereal.
Sobre una superficie maicera de 1.400 hectáreas, que se reparten con materiales Dekalb 7210, 7220 y 7320, las siembras de primera son mayoría en el esquema de Flood. “Necesito darle estabilidad y variabilidad al sistema”, justifica.
Si bien la decisión de sembrar garbanzo no obedece a un criterio de rotación, sino a la disponibilidad humedad, lo que el productor tiene claro y no negocia es que el lote sembrado con garbanzo va inexorablemente a maíz.
En el norte de Cañada de Luque, ya tiene listas para cosechar 100 hectáreas con maíz sembradas sobre la leguminosa. Aspira a lograr un rendimiento de 80 quintales por hectárea, por encima de lo que aportaría sobre trigo, pronostica.
“Si bien la contra que tiene es que no deja mucho rastrojo, la secuencia con el garbanzo permite un mejor manejo de malezas y una mayor ecuación económica”, asegura Flood que llegó a hacer, cuando la humedad era la adecuada, 600 hectáreas de maíz sobre el “poroto”.
HASTA 15 QUINTALES
Marcelo Ruiz también produce maíz en el norte de la provincia y el garbanzo aparece como antecesor del maíz. De las 3.500 hectáreas que siembra con el cereal, casi 30 por ciento se desarrollan sobre barbecho de la leguminosa de invierno; una parte en secano y otra bajo riego.
“El maíz sobre garbanzo rinde entre 10 y 15 quintales más que uno sobre trigo”, afirma el productor.
Ruiz tiene presente que hace tres años en la zona de Barranca Yaco el garbanzo rindió 2.500 kilos por hectárea y que luego el maíz aportó hasta 10 mil kilos.
Con presencia en varios ambientes del norte de Córdoba, Ruiz también es partidario de diversificar el uso de materiales híbridos.
“Utilizamos genética de Dekalb, en los lotes más flojos incorporamos 7210 y 7320, mientras que para los top preferimos 7220 y 7270, que nos aportan muy buenos resultados. Con cualquiera de ellos haces 10 mil kilos, si el año acompaña, inclusive en estas siembras tardías”, asegura el productor.
A partir de la disponibilidad de humedad, Ruiz ya sembró en esta campaña varios lotes con garbanzo que van a ir a maíz. Es que dentro de su modelo de producción, la legumbre se ha convertido en un cultivo estable. “En un año normal de 20 quintales, a continuación se puede hacer un maíz de hasta ocho mil kilos sin ningún problema. Los números cierran”, asegura.
Mientras tanto, el trigo es sólo para planteos bajo riego, donde la apuesta es hacerlos con toda la tecnología y apuntar a rendimientos por arriba de los 70 quintales por hectárea.
A partir de un trabajo que lleva en la zona el Grupo Río Seco, Ruiz puso en marcha una estrategia para fijar carbono a los suelos, debido a la perdida de materia orgánica que estaban exhibiendo algunos perfiles. Lo hace con la incorporación de centeno, a través de una siembra aérea, sobre los lotes con maíz.
Asegura que, como cultivo de servicio, el centeno además de aportar nitrógeno ayuda a controlar las malezas y a evitar que se vuelen los rastrojos.