27/03/2015

Prevenir antes que curar: el plan de La Margarita para el manejo del agua

Las terrazas y canales de desagüe respondieron de manera eficiente ante los excesos hídricos del verano. LA VOZ

En los dominios de La Margarita, en esta campaña reina la soja, con distintas variedades, algunas ya en fase de maduración. Los canales y terrazas (curvas de nivel) construidos durante el pasado invierno resistieron el embate de los casi 900 milímetros de agua caídos desde diciembre, 360 en una sola semana.

Durante el último invierno en este mismo ambiente el trabajo de sistematización a cargo del ingeniero Luis Crusta y su equipo estaba a pleno en julio de 2014. Con el trigo recién nacido, las motoniveladoras y rastras de disco fueron acondicionando el terreno para las futuras “cosechas” de agua, lo que pudo ser retratado en ese momento por La Voz del Campo.

Casi nueve meses después, desde el interior de los cultivos sólo deslumbra el extraordinario potencial de la nueva cosecha; recién a pocos metros de las instalaciones es posible advertir la imagen de “lo que el agua se llevó”: con el paso de los años, lo que era un camino público que unía Jesús María con Cañada de Luque, según los datos catastrales, quedó convertido en un profundo tajo, en el que ya sucumbió una escuela rural y amenaza los límites del casco de la estancia, donde se encuentran silos, vivienda y galpones.

Ordenar el agua

El establecimiento, propiedad de los sucesores de Luis Bernabé Pereyra, está ubicado en el paraje Mula Muerta, pedanía Sinsacate, en el departamento Totoral.

La cárcava principal divide la propiedad en dos. En tres mil metros, de punta a punta del campo, de oeste a este, la pendiente marca una diferencia de 50 metros. Lo suficiente para que una escorrentía no controlada haga estragos desde el flujo de una cuenca de aporte que abarca unas 20 mil hectáreas.

Las abundantes lluvias por segundo verano consecutivo redoblaron la determinación de continuar con la ingeniería de sistematización de los flujos hídricos en el campo. “Pese a que el trabajo iniciado en 2014 abarcó sólo una primera etapa, el sistema funcionó de maravillas. Durante el año pasado realizamos aproximadamente el 20 por ciento de las terrazas (curvas de nivel) y de los canales; la idea es continuar después de la cosecha, en el invierno. Ha habido un muy buen manejo del agua; cuando entré por primera vez después que comenzaron las lluvias me quedó la imagen de una sucesión de ‘piscinas’ donde están las curvas que sostienen el agua, cada 50 metros, que luego fue aprovechada por los cultivos”, relató Pereyra en esta nueva visita de La Voz del Campo.

En La Margarita se lleva adelante un planteo agrícola de alta producción, con la incorporación de pivotes para riego suplementario. Los canales y curvas de nivel ocuparán menos del dos por ciento de la superficie total del campo.

“Hoy el sistema de diseño de las terrazas y la tecnología disponible posibilitan al productor que no pierda ni medio metro cuadrado de la superficie sembrada. Los canales de desagüe sí ocupan un espacio, que varían según la ubicación topográfica del campo, pero es mucho más lo que se recupera en producción”, dice Crusta.

Momento de decisión

El período intersiembras, una vez finalizada la cosecha es el momento oportuno para que los productores que tienen inconvenientes con el manejo del agua en el interior de sus establecimientos inicien y den curso a un proyecto de sistematización.

La presencia de rastrojo de trigo, el cultivo antecesor, en los bordes de uno de los canales de descarga denota que estos hicieron bien su trabajo. Crusta lo explica así: “Esto demuestra que el canal ha trabajado prácticamente en el límite de su capacidad. El dato es importante porque lo que se buscó en el diseño fue, primero, racionalizar la circulación del agua en el campo, dado que este se encuentra en una parte baja de la cuenca. Hay casi 20 mil hectáreas de aporte en esta zona y el problema era que el agua entraba por cualquier lugar y estaba dejando una secuela de zanjas y canales en diferentes lugares del campo. Lo que hemos buscado es racionalizar ese escurrimiento en canales de desagüe vegetados, que son donde descargan las terrazas, para respetar ese cauce definitivo. Pero, fundamentalmente, también para evitar que toda esa agua sin control caiga sobre una barranca muy profunda que está partiendo el campo en este momento y que abriría una serie de cárcavas laterales, con lo cual el daño sería irreversible y muy importante”.

Estrategia integral
La acción de los microembalses (ubicados en general en las partes superiores de una cuenca) y de los canales y terrazas se integra con un manejo agronómico, basado en rotaciones y otras herramientas. “De nada valen las obras de ingeniería solas si no están acompañadas por una rotación de cultivos, en la que se suman las gramíneas (maíz, trigo, entre otros) con los que se busca equilibrar el manejo, base de sustentación para que el agua se absorba en el campo. Si yo hago una terraza y 30 años seguidos soja, no va a dar resultado. Entonces, el trabajo es una integración de medidas agronómicas y de ingeniería para retener el agua en la máxima cantidad posible en los campos. Ese es el objetivo, retener el agua donde cae. Si logramos retener el agua en el campo, estamos encontrando la base de la solución”, señaló el técnico.

Qué son las terrazas
Cuando se trata de “ordenar” y aprovechar el agua en una cuenca difícil, al manejo agronómico se incorpora el trabajo de curvas de nivel o terraceo. Se trata de la construcción de un bordo de tierra que se opone a la pendiente principal del campo con una suave inclinación; de este modo, el excedente de agua que no puede absorber el campo, manejado adecuadamente en forma agronómica, pega contra la terraza y corre por esta a una velocidad no erosiva, muy lenta, que le da más tiempo de estar en el suelo o en el cultivo; el agua que escurre y no absorbe sigue y llega a un canal de desagüe.

Canales de desagüe
En este caso, se trata de una superficie que se destina exclusivamente a que el agua escurra del campo, con una protección para que no cause zanjas y barrancas. El agua, cuando escurre libremente en lugares que no son protegidos, tiene la tendencia a superar la capacidad de resistencia de los suelos y provoca todo este tipo de daños.

Microembalses
Al estar ubicado en una zona baja de las cuencas de aporte, en el establecimiento La Margarita, en Totoral, el manejo de aguas se realiza sólo por terrazas y canales.

Los microembalses, en tanto, se diseñan cuando los caudales son de envergadura y no pueden ser conducidos en canales por cuanto estos deberían ser muy anchos. Entonces, en la medida que la topografía del campo lo permite, se construyen unos microembalses de retención.

En este caso, es un bordo de tierra más grande, que genera una laguna artificial en el campo. Tiene un descargador de fondo, abajo, que le permite drenar el agua que se va acumulando. De este modo, la laguna se llena y al día siguiente esta vacía; si continúa lloviendo, vuelve a trabajar como amortiguador. Sin la descarga, si la laguna quedara llena, la siguiente lluvia le pasaría por arriba y sería peor el daño que la solución.

Según detalló Crusta, el descargador de fondo es el que permite evacuar y achatar lo que se denomina “el pico de crecida”; llega la correntada grande, se esparce, se amortigua en la laguna, sale por el descargador y por un vertedero de seguridad. Esta última, es una obra esencial que debe tener un microembalse. Cuando no se construyen adecuadamente los vertederos de seguridad, el dique se rompe, el agua le pasa por arriba a los tubos y los desplaza por el campo. “Esto se evita con un diseño adecuado del dique, pero fundamentalmente por el diseño adecuado del vertedero de seguridad, que es importantísimo en este tipo de obras porque, de lo contrario, podemos llegar a causar mas daño”, señaló el consultor.

Tranqueras adentro
Ubicación. Establecimiento La Margarita, de Sucesores de Luis Bernabé Pereyra, ubicado en paraje Mula Muerta, pedanía Sinsacate, departamento Totoral, al norte de Jesús María.

Proyecto. Construcción de terrazas (curvas de nivel) y canales de descarga para ordenar y lograr un mejor aprovechamiento del agua. En sus tres mil metros de extensión, el campo está situado en la parte baja de una cuenca que abarca unas 20 mil hectáreas y tiene una pendiente pronunciada, de oeste a este, de unos 50 metros. Desde hace unos años, la propiedad rural está atravesada por una gran cárcava que ocupó el lugar de un camino vecinal y se fue profundizando, “la manifestación más espectacular del fenómeno de la erosión hídrica”. El agua sale de los campos y los productores de arriba de las cuencas tienen la primera llave de la solución, sostiene el ingeniero Crusta.