09/08/2013

Otra tierra, para una agricultura más productiva y sustentable

21º Congreso de Aapresid. Genoma del suelo: las prácticas agronómicas cuentan a su disposición con métodos cada vez más exhaustivos. LA VOZ


En los dos primeros centímetros de suelo se resguarda un tesoro de millones de microorganismos que forman parte de un microbioma tanto o más complejo que el genoma humano. Su decodificación, diferenciación por ambientes y tratamiento focalizado por zonas son claves para aportar más beneficios a la producción y lograr una agricultura sustentable, integrada y de conservación. La interacción del hombre determinará si se alcanzan las metas de satisfacción alimentaria sin aniquilar el ecosistema.

Por estos ejes transcurre el 21º Congreso de Aapresid, la Asociación de Productores en Siembra Directa, que culmina hoy en Rosario, un debate que mantiene la proyección positiva hacia un mundo agrícola previsible, inclusivo y amigable con el ambiente natural y humano. “Otra Tierra” es el lema de este año, por un sistema en el que las buenas prácticas no sean 
un objetivo a futuro, sino lo “normal”.

Del laboratorio al lote. El primero que invitó a escuchar los microbiomas y hacer esa comparación con el genoma humano fue el biólogo Martín Vázquez. Citó un estudio realizado desde el Conicet en un campo de Cruz Alta, sudeste de Córdoba, perteneciente a Roberto Peretti. Se trabajó con este concepto y se lo comparó con un campo vecino donde se hizo siembra directa tradicional. Pensar en microbiomas, con la interacción de patógenos, organismos benéficos y “comensales”, permitirá armar mapas georreferenciados por zonas de productividad y personalizar el tratamiento de semillas para lograr el mejor resultado.

El desafío es ir del laboratorio al lote con un impacto eficiente. Para ello es necesario modificar prácticas agronómicas y obtener medios de cultivo específicos según grupos de microbiomas, explicó el agrónomo Gustavo Gonzalez Anta.

Aseguró que con la tecnología disponible en el país se puede trabajar sobre las condiciones e identificar los microorganismos, conociendo sus estructuras y funciones. La clave pasa por aprovechar esos datos para lograr más y mejores cultivos.

Gonzalez Anta habla de separar sustancias producidas por microorganismos, ya que poseen determinados metabolismos que afectan positivamente el desarrollo vegetal. Consideró fundamental el tratamiento sobre las semillas para prolongar la vida de estos agentes sobre el grano y permitirle expresar todas sus potencialidades en el lote.

En un camino que recién comienza, la propuesta es trabajar en dirección de consorcios microbianos, asociarse con microorganismos y potenciarlos para obtener impactos productivos relevantes.

La metagenómica permite inferir determinadas características de la fertilidad de los suelos, sumado a lo que ya se conoce de las características físicas y químicas. De esta manera, se podrán seleccionar y descubrir nuevos microorganismos para impactar positivamente en la producción.

“La agricultura puede vivir una nueva revolución verde, mucho más consistente, produciendo más, siendo amigable con el ambiente en mayor medida. Ante la posibilidad de identificar en el suelo millones de genes, estamos en el comienzo de descubrir un nuevo océano de información para abrir nuevas puertas para la producción”, concluyó.

¿Qué es lo sustentable? La definición de agricultura sustentable no es fácil de consensuar. En Francia estuvieron tres años para ponerse de acuerdo en el concepto cuando crearon un instituto específico. Lo admitió Gérard Rass, miembro fundador, quien sostiene que la mejor agricultura se basa en la conservación. El suelo fértil es un componente esencial, tal como el manejo del agua para obtener suelo de calidad y mejorar los recursos naturales.

Esto debe enmarcarse en una estrategia coherente para producir y preservar, con producción intensiva en áreas agrícolas y reducción de presión del hombre en ámbitos naturales. “En áreas de producción, el objetivo es producir, pero no se justifica cualquier sistema. Debe ser sustentable, reproducible a gran escala y que mejore en el largo plazo. Restaurar el recurso en el ecosistema a mejor condición de cuando empezamos”, afirmó.

Rass es tajante. Para él, labranza mínima no es compatible con conservación. “Es un oxímoron, se contradice”, desafía. Por eso insiste en ser coherente en su definición para no llevar a equívocos.

Rafael Fuentes Lanillo, doctor en Agronomía de la Universidad de San Pablo, sostiene que la agricultura sustentable involucra una producción integrada con la ganadería, sin sobrepastoreo, con destino adecuado del estiércol, cultivos perennes de cobertura permanente.

A estos ingredientes agrega la presencia de bosques comerciales y protección continua de manantiales y áreas sensibles, con planes para la utilización de cuencas hidrográficas. Y, entre las limitaciones, señala la falta de rotación, poca cobertura, aumento de pérdida de suelo y agua, por retirada de terrazas a causa de la presión de maquinaria cada vez más grande, y la confianza en que la siembra directa contiene la erosión.

Con otro matiz, Miguel Ángel Taboada, director del Instituto del Suelo de Inta, acerca la agricultura conservacionista a la siembra directa, aunque dice que esta última debe alcanzar secuencias de cultivos y reposición de nutrientes para ser considerada como la primera.

Si bien entiende que hay una agricultura más sana comparada con hace 50 años en cuanto a uso de pesticidas, es necesario monitorear los restos de herbicidas ante la detección de glifosato en aguas superficiales.

Desde los desafios productivos, propuso cerrar brechas de rendimientos, comprender mejor el aprovechamiento del agua almacenada en perfiles, mejorar la comprensión de los procesos biológicos de suelo con la fijación de nitrógeno y solubilización de fósforo, y del rol de la fauna edáfica (lombrices y artrópodos), junto al agregado de suelo.

El lema Otra Tierra hace hincapié en un cambio evolutivo de la agricultura para restablecer el equilibrio afectado. Por eso se pide un sinceramiento y dejar de llamar buenas prácticas a cuestiones que siempre debieron ser elementales. César Belloso, presidente de Aapresid, llamó a una reflexión sobre los daños causados y pidió poner a la sustentabilidad como actor principal de esta película. Tras citar al Papa Francisco en el pedido hacia el poder político de ser custodios del medio ambiente, el dirigente reclamó en la apertura del congreso por transparencia de los mercados, eliminación de intervenciones distorsivas, revisión de las retenciones por excesivas, preservar la biodiversidad y concretar un federalismo pleno. El secretario de Agricultura de la Nación, Lorenzo Basso, no recogió el guante y sólo habló de los desafíos de la producción alimentaria y energética, y el ajuste del modelo productivo.

Belloso alertó también sobre dificultades para sostener el actual modelo desde lo ambiental, cuyas consecuencias comienzan a manifestarse. La prioridad, dijo, es lograr la seguridad alimentaria sustentable, con enfoque en el cuidado integral del uso del suelo y el agua. Advirtió que la producción primaria “aparece en forma exagerada como una de las principales causas de la degradación de los recursos, mientras que en realidad puede ser parte de la solución más que del problema. La respuesta que tenemos para dar es mayor producción de alimentos y energía con sustentabilidad”, concluyó.

La nueva frontera agrícola
Evolución. De 1977 a 2011 subió de un millón a 27 millones de hectáreas con siembra directa en el país. La soja no sustituyó a otros cultivos de verano, dijo Miguel Taboada. Hubo un descenso del área sembrada de trigo, pero no de maíz. El crecimiento del área de soja es a expensas de otros factores. La principal consecuencia es el reemplazo de otros usos de la tierra y el avance de la frontera agrícola hacia las regiones NEA y NOA.

Ganadería, al norte. También hubo un desplazamiento de ganadería hacia el norte, con el consecuente riesgo del monocultivo ante el reemplazo de pasturas y montes. En general, se duplicó el área sembrada, mientras que la producción de granos se triplicó a causa de la adopción de tecnología, con riesgo de agotamiento de nutrientes.

Escenarios
Un milagro para el maíz. Llegar a un rendimiento de 19 toneladas por hectárea de maíz hacia 2030 sería una locura, pero una locura posible, dice Bob Nielsen, experto extensionista de Estados Unidos. Hoy, en el país del Norte promedian las 10 toneladas; debería multiplicarse por cuatro la tasa de rendimiento actual y mantenerla constante 17 años. “Es irreal, no tendría precedentes”, acota. Sin embargo, arriesga que ese “milagro” del maíz puede estar esperando a la vuelta de la esquina. “Hay productores en Estados Unidos y en la Argentina que logran las 14 toneladas. No todos los años, pero ocurre. El potencial para llegar a 19 toneladas ya está en la actual genética”, asegura. El desafío, dice, se ve afectado por todo lo que ocurre en la temporada sobre el cultivo, factores que no dejan lograr el potencial. Nielsen sostiene que debe modificarse la manera de cultivar maíz, romper con los paradigmas y la manera de pensar la producción. “Tenemos que dejar de hacer lo de los últimos 20 años y enfocarnos en las tecnologías que nos ayuden a lograr este objetivo”, concluyó.

Costos de la intervención. La intervención en uno de los talleres de Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), introdujo la duda sobre los millones de dólares “con los que se perjudicó a productores por vender barato a aquellos que luego vendieron caro en el marcado internacional”. Desde la Bolsa de Cereales de Rosario, a quienes fue dirigida la pregunta, respondieron no tener cifras precisas, pero estimaron que el margen fue de 20 a 50 dólares por tonelada en trigo y maíz. “Basta ver las producciones de los últimos años para hacer un simple cálculo”, sugirieron los directivos. Aunque acotaron que, a su entender, los productores perdieron mucho más por anulaciones de ventas anticipadas en estos años en que el mercado está intervenido.