12/04/2013

La toxicidad, en banda de colores

La mayoría de los defensivos agrícolas vendidos en el país pertenecen a los grupos III y IV, los menos peligrosos. | LA VOZ

Según sea su toxicidad aguda oral y dermal, los plaguicidas usados en la Argentina fueron recientemente reclasificados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (resolución 302/2012), de acuerdo con lo establecido por la Organización Mundial de la Salud (2009) (Tabla 1) .

Cada plaguicida tiene una toxicidad aguda que se mide por su dosis letal media (DL50), que expresa en miligramos por kg/ratas, la cantidad del plaguicida que causa la muerte del 50 por ciento (Tabla 2).

Se produce intoxicación aguda cuando ocurrida la penetración del plaguicida al organismo (vía oral, dérmica, inhalatoria) se manifiesta de manera inmediata y hasta las 24 horas. Por lo tanto, cuanto menor es la DL50 mayor es la toxicidad aguda del plaguicida.

La mayoría de los plaguicidas agrícolas vendidos en Argentina pertenecen a los grupos III y IV, o sea los menos peligrosos en cuanto a intoxicaciones agudas.

Observar el color de la banda en la parte inferior de la etiqueta del envase, y atender a los pictogramas y leyendas que nos informan sobre los cuidados a tener en cuenta es de importancia vital al momento de su uso.

No obstante, al analizar de manera integral la toxicidad de los plaguicidas, el nivel de peligro que nos indica esta clasificación es uno de los vértices de un sistema que trasciende la realización de un tratamiento (Figura 1).

Riesgos. Como se indica en la Figura 1 , Riesgo = Peligro + Exposición (la exposición resulta de un tratamiento a varios tratamientos durante el cultivo).

A diferencia del peligro, que implica un efecto prácticamente inmediato (intoxicación aguda), los riesgos del uso de plaguicidas comprenden efectos negativos a mediano y largo plazo. Como estos efectos sobre la salud y el ambiente no son inmediatos –son intangibles en el momento de los tratamientos–, no dimensionamos el alcance del riesgo de usar los plaguicidas. Sólo nos preocupa el peligro.

Un plaguicida clase IV usado frecuentemente, puede significar más riesgo para la salud y el ambiente que uno de clase I usado una sola vez.

Frecuencia. Al aplicar frecuentemente un plaguicida se puede producir un efecto gradual/acumulativo en el organismo humano y el ambiente, cuyos resultados pueden ser enfermedades (efectos diferidos, toxicidad crónica) y degradación ambiental a mediano y largo plazo.

En el cultivo de papa en la región sudeste de Buenos Aires se usan distintos plaguicidas en varias oportunidades. Según sea la fecha de siembra, durante el cultivo se pueden realizar 12 (o más) tratamientos con mancozeb (80 por ciento) a 2,5 kg/ha, y hasta cuatro tratamientos con metamidofós (60 por ciento) a 0,400 litro por hectárea.

Si consideramos sólo el peligro, seguramente que con metamidofós tendremos una conducta muy cuidadosa al momento de realizar los tratamientos; mientras que en el caso del mancozeb es muy probable que no seamos tan cuidadosos en su manejo.
Sin embargo, si además consideramos las dosis y el número de tratamientos durante el cultivo (exposición), al calcular el coeficiente de impacto social y ambiental (ver La Voz del Campo , 15 de marzo) de cada uno de estos plaguicidas, el resultado nos señala que “a la larga” el fungicida (mancozeb) tiene mayor impacto (Figura 2) .

Una cosa es el peligro en el momento de los tratamientos (especialmente para el trabajador rural), y otra la valoración del riesgo social y ambiental que resultará de la suma de los tratamientos durante el cultivo.

Evaluar el impacto social y ambiental de los plaguicidas a través de indicadores de riesgo (ver La Voz del Campo , 15 de marzo), implica utilizar una herramienta cuantitativa para contribuir al manejo sustentable de nuestra agricultura.

Percepción de riesgo. La percepción de riesgo surge principalmente como producto del desarrollo de la ciencia y las tecnologías. En otras palabras, muchos de los riesgos internalizados por la sociedad son consecuencia de la actividad humana.
La sociedad no tiene generalmente información precisa sobre los peligros que implica el uso de una determinada tecnología (celulares, plaguicidas, automóvil, antenas de comunicación); ha recibido información parcial, o incluso interesada, según sea el sector del cual proviene. Sin embargo, su conceptualización básica sobre el riesgo es más rica que la de los expertos y refleja preocupaciones legítimas.

Productores, agroaplicadores, asesores fitosanitarios, funcionarios, ambientalistas, e incluso la sociedad en general, tienen cada uno su propia percepción de riesgo sobre el uso de los plaguicidas.

No se debe procurar necesariamente el consenso, pero sí debemos generar formas de comunicación y de relación capaces de atravesar fronteras ideológicas, corporativas y culturales –cada lado debe respetar los puntos de vista y la inteligencia del otro–, y de esta manera contribuir a mejorar las condiciones para desarrollar políticas de Estado.

Guillermo March. El autor es ingeniero agrónomo, profesional asociado Inta-Ciap, docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto.