20/12/2013

En los lotes de Agrícola Magdalena, la certificación confirma el rumbo

 En los lotes de Agrícola Magdalena, la certificación confirma el rumbo. LA VOZ.

Por Alejandro Rollán
Agrícola Magdalena es un emprendimiento joven. Nació en Colazo en 2004 fruto de la química entre la trayectoria que Mario Rossi forjó en más de 50 años en el acopio de granos y la formación y las nuevas ideas que aportaron sus hijos varones Gustavo, Raúl y Guillermo.

La combinación generacional dio como resultado una empresa familiar dedicada a la agricultura con alta profesionalización. En la estrategia de producción de esta unidad de negocios, que trabaja más de 1.600 hectáreas entre propias y arrendadas en los departamentos Río Segundo y Tercero Arriba, palabras como sustentabilidad, medio ambiente y objetivos son parte de su vida cotidiana. Con la diferencia que no sólo las pregonan, sino que también las ponen en la práctica.

Agricultura certificada

De la mano de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), los Ro­ssi están dando los primeros pasos en la agricultura certificada. Se trata de un sistema de gestión de calidad fundado en la mejora continua, alineado con los objetivos productivos y ambientales que promueve la siembra directa.

“Nosotros llevábamos desde hace siete años registros de todas las actividades en la producción. Con la certificación, lo que hemos logrado es formalizarlos”, sostuvo Guillermo Rossi, durante una visita que La Voz del Campo realizó en Campo Doffo, el establecimiento referente de la empresa. De la recorrida también participaron su padre Mario y sus hermanos Raúl y Gustavo.

En esta primera instancia, Agrícola Magdalena tiene certificadas 120 hectáreas propias y se apresta a sumar el próximo mes otras 780 hectáreas.

La forma en que la familia Rossi encara la producción agropecuaria y se vincula con otras actividades, que incluyen su participación en un molino harinero, un laboratorio medicinal y el negocio inmobiliario, le valió el Premio al Emprendedor Agropecuario, una distinción nacional que hace 24 años entrega el Banco Francés a empresarios, productores y profesionales que han innovado y logrado una mejora en la rentabilidad en el sector.

La soja, con auditor

El próximo paso en el camino de las auditorías que dará la empresa familiar estará dado por la inclusión dentro del programa Soja Sustentable, un modelo de certificación exclusivo para la producción de la oleaginosa.

“Por ahora, este tipo de certificaciones no tiene ningún rédito económico. Quizá a futuro, con la soja producida bajo estos estándares se pueda obtener una plusvalía”, reconoce Guillermo.

Las certificaciones lejos están de ser un simple sello. La empresa está llevando a cabo un estándar de producción que incluye, entre otras prácticas, no usar más productos banda roja en los tratamientos químicos y reponer el nivel de fósforo en los campos certificados.

Una rotación aceitada

En sus comienzos, Agrícola Magdalena arrancó con una secuencia agrícola clásica, que incluía soja, trigo y maíz. Pero no se quedó con ese esquema. La idea era hacer más eficiente el índice de utilización de la tierra, con la posibilidad de hacer dos cosechas al año. Dentro de esa estrategia, apareció la arveja. “En la zona se hace mucho maíz tardío sembrado en diciembre. Nosotros tenemos como criterio no hacer maíz sobre trigo, porque el cereal libera tarde el lote y le quita agua a los híbridos. Pero por otro lado, no queríamos tener tanto tiempo el campo libre. Por eso, decidimos incluir a la arveja. La ventaja respecto del trigo es que necesita menos agua y libera el lote más temprano”, explicó Guillermo, quien tiene a su cargo la producción agrícola de la empresa.

Bajo ese esquema, la intensificación de la rotación (trigo/soja, arveja/maíz) ofrece un valor medio de uso del suelo de entre 1,3 y 1,5 cultivos por año.

La experiencia con la arveja es, hasta el momento, satisfactoria y ha comenzado a reportar algunos datos agronómicos interesantes.

Según Guillermo, el maíz tardío sobre arveja aporta rendimientos similares al implantado sobre rastrojo de soja. Con la oleaginosa como antecesora, el maíz rinde en la zona 80 quintales por hectárea. Si bien la empresa no hace maíz sobre rastrojo de trigo, los resultados en la zona no superan los 60 quintales.

La estabilidad lograda en los rendimientos por parte del establecimiento, en una zona donde los buenos manejos sacan amplias ventajas en los años malos, se basa fundamentalmente en cuatro pilares: análisis de agua útil en el suelo, manejo de las fechas de siembra, fertilización y barbechos bien confeccionados. “En siete años, el promedio de la soja en secano es de 25 quintales por hectárea, con picos de hasta 35 quintales y valores mínimos de 17 quintales, en especial en aquellos campos arrendados que no venían bien trabajados. Nuestro objetivo no es buscar un techo de rendimiento, sí consolidar un promedio a partir del cual crecer”, manifestó Raúl Rossi.

Desde su génesis, la empresa cuenta con el asesoramiento técnico de Santiago Barberis, quien además tiene a su cargo la ejecución de los ensayos. La reciente incorporación de la vicia como un cultivo de cobertura es parte de las pruebas a campo.

Convocada para mejorar el aporte de nitrógeno, la leguminosa se apresta a recibir en los próximos días al maíz tardío. Además de ayudar a capturar el nutriente, la vicia aporta propiedades benéficas para el rastrojo. Contribuye a mantener el barbecho más limpio, en momentos en que la resistencia de malezas crece y se hace difícil de controlar.