15/03/2013

El riesgo ambiental, en la calculadora

Los indicadores de riesgo permiten definir estrategias de manejo de plagas y de buenas prácticas agrícolas. LA VOZ

Durante el año 2012, los medios audiovisuales nos mostraron reiteradamente que muchos hablan y pocos escuchan sobre el impacto social y ambiental de los plaguicidas usados en agricultura, y que cada sector actúa según sus intereses.
Se recuerdan los efectos de los clorados sobre la salud y el ambiente, se denuncia la muerte de peces o abejas, la detección de residuos de plaguicidas en una hortaliza, la realización de pulverizaciones próximas al ejido urbano; o bien, por el contrario, se niega el impacto negativo de los plaguicidas (mirá la inforgrafía).
Para contribuir a un análisis más amplio y profundo, sería interesante desarrollar modelos matemáticos que nos permitan cuantificar el impacto social y ambiental de los plaguicidas.
Claro está que, si ponemos números, deberemos tener los fundamentos que los respalden, lo que puede ser un problema ya que, para ello, es necesario tener los conocimientos científicos que nos permitan avalar esos números.
Además, si hacemos esto corremos el riesgo que otro estudio sea mejor que el nuestro –lo que es inherente a la evolución del conocimiento–, o incluso nos demuestre que estamos equivocados. ¿Estamos dispuestos a correr este riesgo?

Basados en la ciencia. Tal vez sería bueno que la sociedad se plantee analizar el impacto de los plaguicidas a partir del conocimiento basado en la ciencia. No debemos temer descubrir a la ciencia, como lo señala Mark Lynas (Oxford Farming Conference, enero de 2013, disponible en Internet), uno de los ambientalistas de mayor prestigio en la “lucha” contra los cultivos transgénicos (OGM), y cuya visión sobre ellos –según lo reconoció en esta conferencia–, no estaba fundamentada precisamente en la ciencia.

Indicadores de riesgo. Los indicadores de riesgo de plaguicidas son modelos basados en información referida al impacto social y/o ambiental. Permiten cuantificar este efecto en el ambiente, en los trabajadores rurales, en los consumidores.
Al generar información cuantitativa, los indicadores son una valiosa herramienta para calificar cada plaguicida, comparar su uso entre campañas agrícolas, evaluar los resultados de la adopción de nuevas estrategias de manejo, el impacto regional, estimar la contaminación de la atmósfera, del suelo y del agua, la influencia de los cultivos genéticamente modificados en el uso de plaguicidas.
Si bien los modelos desarrollados tienen limitaciones, deberíamos incluirlos en nuestras estrategias de manejo de plagas, a fin de generar información cuantitativa que pueda usarse en la implementación de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), contribuir al desarrollo de estrategias de Manejo Sustentable; e incluso, nos permitiría disponer de una base de conocimientos y calificaciones cuantitativas que contribuyan –junto a otros actores–, a desarrollar políticas de Estado.

En la Argentina. Si bien se han realizado estudios aplicando indicadores de riesgo, es poco frecuente el uso regular de alguno de ellos como parte de estrategias de manejo de plagas.
En un trabajo presentado en la XXVII Jornada Nacional del Maní (General Cabrera, 2012), utilizando un indicador de riesgo, comprobamos que mientras en la década de 1980 el impacto de los plaguicidas usados en maní era cercano a 50 (adimensional), en la primera década de este siglo este valor era algo superior a 100 (ver infografía).
Este indicador se puede usar también para cuantificar el impacto de cada uno de los grupos de plaguicidas usados (insecticidas, herbicidas, fungicidas), e incluso de cada plaguicida.
Este mismo coeficiente es utilizado en distintos países. Así por ejemplo, en Vietnam comprobaron que en cultivos de repollo, poroto y tomate sus valores eran 171, 191 y 1.187 respectivamente; lo que les sirvió de base para plantearse como objetivo disminuir esos valores mediante el Manejo Integrado de Plagas.
De manera similar, en 16 cultivos de “chiles” en México (ajíes), los valores del coeficiente oscilaban entre 147 y 818, y en Turquía eran de 192 y 274 para dos regiones productoras de algodón.

Parámetros. ¿Qué parámetros considera este indicador de riesgo? El indicador usado en estos ejemplos considera para cada plaguicida toxicidad dérmica, toxicidad crónica, vida media en la superficie vegetal, vida media en el suelo, sistemicidad, potencial de lixiviación, toxicidad a peces, pérdida superficial potencial, toxicidad en aves.
También se puede medir toxicidad en abejas y toxicidad a artrópodos benéficos. Estos parámetros, junto con las dosis y número de tratamientos durante el cultivo, permiten obtener los valores señalados.
Hay indicadores de impacto que incluyen otros parámetros, como la fracción de deriva fuera del cultivo, cantidad aceptable diaria (Organización Mundial de la Salud), toxicidad a lombrices, toxicidad a anfibios, características del suelo, nivel de freática, etcétera. Cada parámetro es un número que no puede inventarse, hay que recurrir a estudios científicos y a distintas bases de datos según sea el modelo que adoptemos.
Conclusiones. Además de cuantificar el impacto ocurrido con la aplicación de plaguicidas durante un cultivo, podemos estimar el impacto potencial según estrategias de uso (ejemplo: manejo integrado versus tratamientos calendario), categorizar cada plaguicida según su impacto eco-toxicológico, e incluso evaluar cómo estamos avanzando en el desarrollo de estrategias para disminuir este impacto.
El valor de un indicador no implica un límite eco-toxicológico. No son por lo tanto adecuados para cuantificar un riesgo absoluto, ni para extrapolar sus resultados más allá del riesgo evaluado para un sistema productivo específico. No obstante, constituyen un punto inicial de relevancia para contribuir a desarrollar una política de bajo impacto eco-toxicológico.
No existe un sistema científicamente correcto ni socialmente aceptable para calificar el impacto ambiental de los plaguicidas; sí es éticamente incorrecto no asignar ningún valor a ese impacto y limitarnos a calificar o a descalificar desde un relato.
El autor es ingeniero agrónomo, profesional asociado Inta-Ciap; docente de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Cuarto.