08/07/2013

Discutamos en serio

 Editorial II. LA NACIÓN

Suele ocurrir en nuestro país que, sobre las arduas cuestiones agropecuarias, como la de las fumigaciones, opinan personas sin la menor preparación teórica en química y salud ambiental, y menos sobre ejercitación práctica respecto de la vida rural. Es un hecho verdaderamente llamativo que así ocurra, porque por lo menos en los diez últimos años el país entero -y el gobierno nacional, en primer lugar han usufructuado, por la sola vía de las retenciones, bastante más de 60.000 millones de dólares debido al aumento del precio de las commodities , pero sobre todo a los índices de productividad alcanzados por el sector más dinámico de la Argentina.

Si quienes opinan sin saber quisieran indagar de verdad algo sobre aquellos fenómenos, cuentan con dos oportunidades inmediatas: el mes próximo, el congreso anual de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), en Rosario, y en septiembre, el congreso trianual, en Córdoba, de la Asociación de Consorcios de Experimentación Agrícola (Acrea).

Todos los años el Estado nacional y ciertos portavoces sociales se descuelgan con alguna novedad agresiva contra la vida agropecuaria. Como sobran los ejemplos, podríamos detenernos sólo en los dos últimos años: en 2012, fue el aumento descomunal de la presión impositiva con alegre voto legislativo; ahora, lo es la ola discursiva que pretende poco menos que eliminar las fumigaciones de las prácticas agronómicas.

En la provincia de Buenos Aires se habla de eliminar las fumigaciones aéreas e impedir las de origen terrestre cuando se realicen a menos de 2000 metros de centros poblados. El ministro de Asuntos Agrarios bonaerense ha tomado como modelo las normas en vigor en el partido de Cañuelas, de donde proviene. Como ha dicho que la legislación del caso entraría en vigor en no más de dos meses, asalta la inquietud de si se ha de consultar a las entidades agropecuarias y a las autoridades locales de los más de 130 municipios de la provincia. No todos los partidos tienen las características de Cañuelas, sobre cuya experiencia, por añadidura, debería conocerse una última apreciación de la comunidad rural.

Hace pocos años hubo una campaña feroz contra el glifosato, el herbicida más eficaz de la penúltima generación de agroquímicos, porque ya está siendo superado por otras composiciones y porque sus efectos han comenzado a perder eficacia por el uso continuado.

Aquella campaña se realizó, como suele suceder, con ingredientes ideológicos de ignorancia enciclopédica, y mermó en su intensidad cuando hasta el propio ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, puso las cosas en su lugar. ¿O es que los 110 países que admiten legalmente el glifosato están todos equivocados?

El glifosato es sólo uno de los tantos productos, aunque el de más extendida aplicación, que han hecho posible a la agricultura argentina acercarse a producciones anuales próximas a los 100 millones de toneladas de granos. Lo que importa es cómo se gradúe su uso, porque si es en exceso, el productor ya sabe que tiene contraindicaciones para las plantas, y de qué manera se aplique, según la dirección de los vientos y otros parámetros que resulta necesario especificar.

Desde luego que hay en la actualidad irregularidades que deben resolverse. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires y seguramente en casi todas las otras se realizan vuelos sin control alguno. No todos los fumigadores actúan con el mismo espíritu de responsabilidad y hay casos, como los del uso de insecticidas, que no suelen dejar rastros de su aplicación incorrecta. En la provincia de Santa Fe, las fumigaciones son anticipadas con fecha y hora, y notificación de los componentes químicos. También se informa de las coordenadas geográficas de los lotes sobre los que se harán las aplicaciones y se establecen condicionamientos para la inutilización de los residuos.

Estas cuestiones se resolverán sin sano criterio si se introducen en medio de campañas electorales. La Argentina ha avanzado mucho en las regulaciones y autorregulaciones en el uso de agroquímicos. La política de facción nada tiene que hacer en la resolución de esos temas; ensucia lo que precisamente requiere de limpieza de procedimientos.

Discutamos en serio estos problemas, por favor..