20/12/2021

Análisis : La agricultura de EE.UU. adquiere un nuevo criterio de sustentabilidad

La Argentina, cuya producción agrícola es sinónimo de respeto al medio ambiente a través de la siembra directa, es una interlocutora imprescindible del agro estadounidense. CLARÍN RURAL

El sistema agroalimentario norteamericano, el primero y más avanzado del mundo, se caracteriza por su extraordinaria productividad, por lo tanto, por su capacidad excepcional para ofrecer productos abundantes y baratos al mercado. Por eso el producto agrícola total de Estados Unidos se triplicó entre 1948 y 2015, en tanto que la tierra utilizada se redujo 24%, y la fuerza de trabajo declinó 75%.
Todo esto mientras que en términos de costo de vida –proporción entre el gasto en alimentos y el nivel de ingresos por unidad familiar-, una familia promedio norteamericana destinaba a la alimentación 24.3% de sus ingresos en 1930, y este porcentaje se derrumbaba a 9.8% en 2007.
Por cierto, la excepcional productividad del agro estadounidense fue acompañada por un inexorable proceso de consolidación / concentración; y el resultado fue que hoy 3 grandes compañías trasnacionales controlan 70% del negocio de los agroquímicos en el país, en tanto que más del 90% del comercio internacional de granos está en manos de 4 grandes compañías multinacionales, 3 de las cuales se originaron en EE.UU.
En la producción interna de agroalimentos norteamericanos, cuya plataforma esencial son los Estados del Medio Oeste, sucede algo semejante: 10% de los productores –”Farmers”- responden por más de 40% de la producción; y el porcentaje en las exportaciones es superior: casi 60% del total de las ventas externas es controlado por la franja de los grandes productores.
Asimismo, la totalidad de los productos agroalimentarios que son exhibidos y vendidos por las grandes redes de supermercados que se extienden por todo el territorio norteamericano son proveídos por sólo 9 gigantescas firmas agroalimentarias.
Más aún, 60% de la oferta agroalimentaria estadounidense se origina en solo 3 grandes cosechas: maíz, trigo y arroz; y estas 3 grandes producciones son controladas por un grupo de no más de 15 compañías de alcance global, incluyendo las 3 principales de alta tecnología, sobre todo en materia de químicos y agroquímicos del mundo.
El problema principal de este sistema extraordinariamente productivo, capaz de proveer alimentos en abundancia y cada vez más baratos para gran parte de la población del mundo, son sus “costos ocultos” esto es, los que existen fuera del sistema que son las denominadas “externalidades”.
La productividad agrícola avanzada se mide en relación a los insumos utilizados por unidad de producto (tierra, trabajo, capital). También sucede lo mismo con la productividad vinculada a la eficacia en el uso de la totalidad de los factores, que es lo que permite medir la tasa de incremento de la innovación (PTF).
En todos los casos, hay una constante referencia en estas mediciones a la autonomía total del sistema respecto al medioambiente, que es como si no existiera al medirse la productividad. Este es un concepto tan arraigado que muchas veces casi ni se lo menciona y es absolutamente presumido.
De ahí que se utilice el término “externalidades” al referirse a las consecuencias no queridas del sistema agroalimentario más productivo del mundo.
Entre estas “externalidades” hay que mencionar el daño ocasionado a la naturaleza los últimos 150 años por la utilización de productos contaminantes, el agotamiento de los acuíferos de todo el Oeste norteamericano, y la polución en gran escala de los ríos estadounidenses.
En cuanto al cambio climático, o “calentamiento de la atmosfera”, que es el desafío de la época, fue ocasionado por la 2da. Revolución industrial (1920-1960) basada en la industria automotriz, con su emisión desmedida de dióxido de carbono (Co2).
Este proceso histórico ocurrió precisamente cuando el agro estadounidense realizaba su extraordinario salto de productividad, que luego se desató en plenitud entre 1948 y 2015.
Si los costos “externos” del capitalismo avanzado, y en primer lugar del agro estadounidense, se internalizan, el sistema deja de ser sustentable y su productividad declina.
Lo que está ocurriendo ahora en EE.UU es que su agricultura avanzada pierde la total autonomía que la caracterizaba históricamente; y comienza a advertirse que está en juego un nuevo concepto de sustentabilidad, que incluye lo que sucede con el medio ambiente.
La Argentina, cuya producción agrícola es sinónimo de respeto al medio ambiente a través de la siembra directa, es una interlocutora imprescindible del agro estadounidense en este momento de replanteo estructural.