09/09/2021

Agricultura y ambiente: Ahora todos hablan del carbono: ¿qué es y cómo se captura?

El INTA elaboró un Mapa Nacional de Secuestro Potencial de Carbono de la Argentina y propuso prácticas para la mejora de los suelos. CLARÍN RURAL

Así como en los años 90 todo el mundo hablaba y decía entender cómo se podía cerrar el agujero en la capa de ozono, el debate actual gira en torno al "balance de carbono". Pero, ¿qué es el carbono? Se trata de una pregunta compleja que el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) intentó responder para contribuir con la búsqueda de soluciones y mejores sistemas productivos.
El carbono (C) es uno de los pocos elementos conocidos desde la antigüedad y es el pilar básico de la química orgánica, explican desde el INTA. Está presente en la Tierra en estado de cuerpo simple (carbón), de compuestos inorgánicos como dióxido de carbono (CO2) y carbonato de calcio (CaCO3) y de compuestos orgánicos (biomasa, petróleo y gas natural). La química del carbono es tan variada que es capaz de formar más compuestos que el resto de los elementos de la tabla periódica juntos. El suelo es el principal almacén o sumidero de C en ecosistemas terrestres.
“El carbono representa un 46 % de la materia orgánica de los suelos”, afirmó Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA. En suelos de clima templado varía entre 0,5 a 5 o 6 % en MO, aunque hay suelos más ricos.
De acuerdo con Taboada, “la función que cumple el carbono de la materia orgánica no es algo homogéneo”, destacó y agregó: “Es un continuo de distintas sustancias que van desde formas de carbono que tienen bajo peso molecular, que se crean y descomponen rápidamente y están presentes alrededor de las raíces de las plantas, y otras formas de carbono de elevado peso molecular, que no sufren el ataque de microorganismos porque se encuentran protegidos tanto químicamente como físicamente”.
La protección del C orgánico del suelo es la base para que se forme la estructura de los suelos, como la organización de los agregados que tienen poros donde viven los microorganismos y están las raíces. “Si no tuviéramos el carbono del suelo no habría vida en los suelos. A su vez, el carbono forma parte del sustrato del cual se alimentan los microorganismos, formando parte de la cadena trófica”, explicó Taboada.
El origen del secuestro de carbono en los suelos como carbono orgánico ­­­–base principal de la MO del suelo– es la captura de dióxido de carbono (CO2) atmosférico por la fotosíntesis realizada por las plantas superiores. Este CO2 es transformado en formas de C orgánico en tejidos vegetales, las cuales terminan entrando al suelo como residuos aéreos (rastrojos) y subterráneos (raíces y exudados). Allí ese carbono es transformado por la acción de microorganismos y estabilizado en forma física y química, en lo que se conoce como humus del suelo.
“Ese ciclo interviene en el equilibrio climático del planeta, por eso hoy en día los suelos son considerados sumideros de carbono que pueden contribuir a que no haya tanto CO2 en la atmósfera”, subrayó el director del Instituto de Suelos.
A lo largo del siglo XX y parte del siglo XXI, tal como expresa el INTA, los suelos han perdido carbono por prácticas de manejo poco sustentable como las labranzas agresivas. Hubo más salidas que entradas, lo que implicó la pérdida de entre el 30 y el 60 %, según la zona.
Al respecto, Taboada aseguró: “Hay que ir a recuperar carbono o, como se dice actualmente, recarbonizar los suelos; los balances tienen que ser positivos y eso se ve en las formas de manejo”.
En ese punto, para este investigador “el beneficio más directo es que mejora el sistema de producción y se entra a un círculo virtuoso. Detrás de mejorar el carbono hay un sistema más saludable y más amigable con el planeta”.
Hora de capturar carbono
Según el INTA, es posible incrementar el contenido de carbono orgánico del suelo (COS) mediante la rehabilitación de los suelos degradados y la amplia adopción de prácticas de manejo sostenibles del suelo (MSS). Pero la capacidad tanto de perder como de aumentar el contenido de COS, varía a lo largo del país y también en función del nivel de carbono actual del suelo.
En ese contexto, el INTA desarrolló el Mapa Nacional de Secuestro Potencial de Carbono de la Argentina. “El mapa nos da mejores herramientas para la toma de decisiones en lo que respecta al cambio climático y a la capacidad de los suelos de capturar carbono”, afirmó Franco Frolla del INTA Bordenave –Buenos Aires–.
El investigador destacó que para obtener tasas positivas de acá al 2040 “habría que tener aumentos del 20 % en el secuestro de carbono orgánico, es decir, de 200 a 500 kg de carbono por hectárea por año”. Vale destacar que aumentos de esta magnitud es posible lograrlos con prácticas sustentables de manejo de suelos, como la siembra directa acompañada por rotaciones con alta participación de gramíneas y de cultivos de cobertura, y con pastoreo racional en suelos con ganadería.
De acuerdo con Marcelo Beltrán, investigador del Instituto de Suelos, “con prácticas que incrementen los niveles de materia orgánica del suelo se puede, por un lado, secuestrar carbono atmosférico y, por el otro, mejorar la fertilidad química, física y microbiológica de los suelos generando una situación de ganar-ganar”.
Se pueden utilizar varias prácticas agrícolas para restaurar o disminuir la pérdida de carbono orgánico del suelo, reducir la erosión del suelo, secuestrar CO2 atmosférico y mejorar la calidad del suelo. Entre estas prácticas, la inclusión de cultivos de cobertura durante el invierno se ha postulado como una de las actividades más prometedoras. “La inclusión de cultivos de cobertura mostró promedio tasas de secuestro de C en suelo de hasta 0,45 t ha-1año-1 en Argentina”, indicó Beltrán.
Por su parte, “el aumento del uso de fertilizantes mostró un incremento del C alrededor de 0,18 t ha-1año-1, y la inclusión de ciclos con pastos perennes en las rotaciones de cultivos mostró tasas promedio de secuestro de C en el suelo de 0,76 t ha-1 año-1, exhibiendo el mayor potencial de aumento”, aseguró Beltrán.
Si bien estas prácticas pueden llegar a generar algún costo extra –análisis de suelos, semillas, fertilizantes, entre otros–, los beneficios son importantes y a veces difíciles de valorar en cuanto a, por ejemplo, algunas mejoras físicas del suelo –infiltración, estructura, descompactación–, químicas y microbiológicas.