31/01/2012

Una palmadita mágica para empezar a regar

 La semana del campo. Por Félix Sammartino | LA NACION

Como muchos otros por estos días, Gustavo Walberg, administrador del establecimiento La Paloma, en Bayauca, Lincoln, busca en las experiencias pasadas las claves para enfrentar el futuro.

Así es como se la pasó revolviendo los cajones del escritorio hasta encontrar registros de lluvias de cien años, de 1912 a la fecha. Después de un análisis minucioso concluyó que ya estamos en un ciclo seco o en pleno tránsito hacia años de pocas precipitaciones. "En las últimas tres campañas sufrimos dos secas", confirma.

No obstante, falta saber cuál es la dimensión del problema. ¿De qué estamos hablando cuando se dice pocas precipitaciones para Lincoln, que antes de los últimos años secos recibía más de 1000 milímetros por año?

"Que se vuelva a repetir lo que ocurrió de 1944 a 1953 en el que ningún año superó los 500 milímetros de lluvia. O tener un año de 220 milímetros como fue el peor de la serie", recita Walberg, que no siente la necesidad de agregar ninguna conclusión a la contundencia de estos números.

Los climatólogos anuncian básicamente el mismo escenario aunque con matices en cuanto a las fechas y la intensidad.

Así que además de rezar para que febrero sea más generoso en lluvias que diciembre y enero, no queda otra que comenzar a preparase para las próximas campañas. Hasta el momento los suelos siguen sin recomponer humedad a pesar de las últimas precipitaciones, los maíces se encuentran muy dañados y las sojas presentan un interrogante que aún no reflejan los mercados.

Los productores que han asumido que se viene un ciclo seco ya comenzaron a implementar una serie de decisiones que van desde la utilización de semillas con tolerancia a la sequía al manejo conservador de las rotaciones mirando muy de cerca el agua acumulada en el perfil del suelo. En esta campaña, por ejemplo, se pudo observar que los tamberos del oeste bonaerense que se jugaron por un planteo más exigente en agua como sembrar maíces arriba de verdeos les fue muy mal. Ensilaron apenas 8500 kilos de materia verde mientras los que previeron la falta de agua y tenían el respaldo de un buen barbecho lograron maíces para silo de 34.000 kilos de promedio.

Pero está claro que ni las mejores estrategias productivas, ni los mejores insumos podrían llegar a suplantar algún día al agua, el insumo básico.

Sin agua no se puede producir. Y a la seca la única forma de enfrentarla es con agua. Así de simple y a la vez complejo para un país que no tiene cultura de riego. ¿No habrá llegado el momento de revisar la forma de producir casi exclusivamente en secano en una pampa que dejará de ser húmeda? ¿ Llegó la hora del riego complementario?

Quizá para derribar viejos esquemas mentales haga falta una palmadita mágica como la que recibió en el hombro el entonces asesor Martín Pasman, hoy presidente de Valley, una compañía que vende equipos de riego, de un productor con antepasados ingleses de Río Cuarto. "Martín no me vengas con eso de que en la pampa húmeda no se riega. En el mundo se riega así que investigá, que vamos a regar", le dijo.

Y tenía razón: el 40% de la producción y el 17% del área sembrada del mundo se riega. En la Argentina se riegan 2,2 millones de hectáreas de las cuales 500.000 pertenecen a cultivos extensivos. Lo que no deja de ser una paradoja para un país que entre los mejor dotados del mundo del recurso hídrico, tanto en forma superficial como subterránea. Y ni mencionar los millones de litros de agua dulce del río Paraná, entre otros, que se salinizan por día en el mar.

Para encontrar una explicación a esta situación no hay nada más a mano que echarle la culpa a la falta de una cultura de riego entre los productores argentinos. Es en definitiva la que no nos deja ver por lo menos tres razones objetivas por las que conviene regar. La primera es que el costo de equipos de pivote para regar una hectárea en forma complementaria es de 1700 dólares, valor que apenas se incrementó en los últimos diez años. En ese lapso los campos de la zona núcleo triplicaron su cotización. La segunda razón es el 90% de aumento en los rindes que vienen logrando en promedio los cultivos que son regados en la Argentina. Y el tercer motivo, y quizás el más importante, es que el riego complementario otorga estabilidad de rindes y seguridad de cosechas. A nivel individual y de país no hay nada más necesario para los años que vienen.

Pero ¿estamos pertrechándonos adecuadamente?

En Uruguay el proyecto de riego no tiene IVA y tiene ventajas impositivas como la posibilidad de amortizar el total de la inversión al primer año. En Brasil funcionan créditos de fomento a largo plazo. Chile tiene una ley que promociona.

Por ahora, en la Argentina se corre detrás de los acontecimientos.