También apunta a bajar subsidios a los seguros de cosechas, que indemnizan a los granjeros cuando las cosechas o los ingresos que perciben resultan escasos. EL CRONISTA
Brad Lawrence es granjero, como fueron su padre y su abuelo, en el campo familiar donde cultiva maíz y soja en Knox, Indiana. En sus 57 años de vida pasó muchos auges y caídas del mercado agrícola pero dice que, con el alza en los precios de los commodities y el valor récord de la tierra, esta es la mejor época que tuvimos nunca, financieramente hablando.
Esto no ha pasado desapercibido en Washington, donde se estima que este año el gobierno federal firmará cheques para los granjeros por valor de u$s 11.000 millones, lo que representa un alza de 4% en relación a 2011. Estos pagos podían justificarse en los años 80, cuando los productores rurales tenían dificultades pero, en este momento en que la prioridad en Washington es reducir el déficit, los subsidios están en la mira.
La semana pasada el presidente Barack Obama dio a conocer un proyecto de presupuesto que propone dar por terminados los pagos directos a los granjeros, que el año pasado totalizaron u$s 4.700 millones y se efectivizan aunque el granjero no siembre. La propuesta también recorta los subsidios a los seguros de cosechas, que indemnizan a los granjeros cuando las cosechas o los ingresos que perciben resultan escasos.
El año pasado, miembros de ambos partidos en los Comités de Agricultura de ambas cámaras también recomendaron terminar con los pagos directos, lo que sugiere que sus días están contados.
Como sólo 1% de los ciudadanos estadounidenses trabaja en agricultura, el sector tiene menos peso electoral que en décadas pasadas. Pero en estados en los que la agricultura juega un papel importante, incluyendo los que no tienen afiliación partidaria clara como Indiana, Iowa y Wisconsin, reducir los pagos a los granjeros puede disgustar a los votantes de zonas rurales y volcar la balanza en las elecciones de noviembre.
La simpatía del público hacia los productores agrarios es ahora más débil. La pequeña granja familiar, que en EE.UU. tiene un poder mítico, es cada vez menos relevante como componente de la oferta alimentaria. La mayoría de la producción proviene del 2% de establecimientos con ventas anuales por u$s 1 millón o más, según datos del Departamento de Agricultura.
Está proyectado que, en términos reales, en 2012 los ingresos de los productores agrícolas declinará levemente de un pico récord, pero sigue siendo el tercer nivel más alto en más de tres décadas. En los últimos años, los altos precios se sostuvieron gracias a la demanda de maíz y soja por parte de los criadores de ganado en las economías emergentes, que son un importante mercado exportador para EE.UU. La semana pasada, una delegación de China cerró acuerdos para comprar una cantidad récord de soja.
Pero aunque haya acuerdo en cuanto a los pagos directos, algunos rechazan la idea de tocar otros programas. Frank Lucas, el republicano de Oklahoma que preside el Comité de Agricultura de la cámara baja, atacó duramente el plan presidencial de reducir el apoyo a los seguros. Y en el lobby agrícola proponen fortalecerlos para compensar la pérdida de los pagos directos. La llamada cobertura shallow loss cubre hasta pequeñas caídas en la facturación mientras el seguro de cosecha actual cubre sólo entre 65 y 70% del déficit en una cosecha. El año pasado, los seguros de facturación y de cosecha existentes le costaron al gobierno u$s 7.300 millones.