12/02/2016

La Agronomía, una enseñanza que cambió la producción en Córdoba

Este año se cumple el 50º aniversario de que las universidades Nacional y Católica iniciaron el dictado de la carrera. AGROVOZ.

Alejandro Rollán
La labranza cero, la siembra directa, la inclusión de las pasturas subtropicales y la incorporación de la soja dentro de la rotación agrícola son algunas de las tantas prácticas que revolucionaron la producción agropecuaria en Córdoba de las últimas décadas. Ninguna de ellas se podría haber expandido y adaptado a las condiciones agroclimáticas de la provincia sin la labor de un ingeniero agrónomo formado a imagen y semejanza de este terruño, bajo las leyes del conocimiento científico.

La irrupción de un profesional adaptado a la zona comenzó a forjarse en 1966, cuando las dos universidades, Nacional y Católica, iniciaron el dictado de la carrera de Agronomía. Un hito del que se cumplen 50 años y que marcó un antes y un después en el desarrollo del sector agropecuario cordobés, una de las principales usinas económicas de la provincia.

Oscar Melo es uno de los integrantes de la primera promoción de ingenieros agrónomos egresado de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Católica de Córdoba (UCC). “Que Córdoba haya podido formas sus propios profesionales en agronomía fue un salto notable. Antes, todos los conocimientos venían de la pampa húmeda y adaptaban a la región. Incluso, los funcionarios de la Provincia en materia agropecuaria y los técnicos del Inta de aquella época se formaban en otros lugares”, contó Melo a La Voz del Campo.

Antes de que se comenzara con el dictado en Córdoba, la enseñanza de las ciencias agropecuarias se realizaba en universidades como las de Buenos Aires, La Plata y en la Católica Argentina (UCA). También había en Mendoza, donde la currícula estaba enfocada a la horticultura y a la vid y que tuvo influencia en la génesis del dictado en la provincia. “Había muchos docentes que eran cordobeses y que se habían ido a estudiar a Mendoza”, agregó Melo.

En sus comienzos, la agronomía que se dictaba en Córdoba era distinta a la actual. Estaba más enfocada en resolver problemas generales, vinculados por ejemplo con el clima o la fenología del cultivo, y no tanto a nivel de lote. Ese grado de especialización fue a partir de la adaptación de los contenidos a los nuevos desafíos de la empresa agropecuaria.

Semillero propio

La posibilidad que tuvo Córdoba de generar sus propios profesionales adaptados permitió que a la experiencia a campo se le sumara la innovación, a partir del conocimiento. “Si bien al inicio los profesores que venían a dictar la carrera eran de otras provincias, la currícula comenzó a adaptarse a la zona. La soja, por ejemplo, no estaba en ningún programa de cereales y oleaginosas del país. Recuerdo que me daban clases de soja referenciándola como a un cultivo que iba a tener alguna posibilidad en Argentina”, afirmó el exdecano de la facultad de Agronomía de la Católica, durante 24 años.

Pioneros

La generación de los primeros graduados en Córdoba fue la que introdujo, por ejemplo, al cultivo de soja. A muchos de ellos les tocó desarrollar la oleaginosa y su adaptación a la zona. Como profesional recién recibido, Melo dirigió durante dos años el programa provincial de soja, desarrollado por la Cámara de Aceites Vegetales de Córdoba. Una iniciativa que contó con ensayos de evaluación del cultivo desde el sur de Córdoba hasta Villa de María de Río Seco. “Al ser de Córdoba teníamos una gran capacidad innovadora”, destacó el ingeniero agrónomo recibido en 1972.

El salto productivo aportado por el conocimiento fue exponencial en las últimas cinco décadas. En un intento por dimensionar ese crecimiento, y a partir de sus primeros trabajos como extensionistas, egresados de la primera camada recuerdan que la media de entrega diaria de los tambos era de 100 litros por leche.

De exportación

El nivel académico alcanzado por las casas de estudio de la agronomía en Córdoba convirtió a la provincia en referente nacional. Hoy no solo se preparan profesionales para trabajar en la provincia, sino que también sus ingenieros agrónomos llevan sus conocimientos a otras latitudes. Es por ello que es común encontrarlos en establecimientos en Santiago del Estero y Chaco, por mencionar solo dos provincias donde Córdoba tiene gran injerencia.

“Nada de lo que yo hacía en mis comienzos como ingeniero agrónomo hoy se está haciendo”, aseguró Melo, al ser consultado sobre cómo imagina el desarrollo de las ciencias agropecuarias en los próximos 50 años. “No era lo mismo las primeras sojas, que las hacíamos a 70 centímetros y con la escardilla le matábamos los yuyos, que la forma en que se cultivan ahora”, reconoció el exdocente titular de la materia de Nutricional Animal en ambas universidades.

La participación del ingeniero agrónomo ha contribuido a limitar los riesgos en la producción agropecuaria.

El desarrollo de agroquímicos más amigables con el ambiente también los tiene como protagonistas. Para Melo, no se puede comparar los efectos del paratión que se utilizaba en la década de 1970 con la piretrina de la actualidad, por ejemplo. “Lo que se hace hoy, seguramente en algún momento no se va a hacer más”, pronosticó.

Más allá de los desafíos que el ambiente le va a plantear a la profesión en los próximos años, el nuevo reto que tendrá por delante será generar las condiciones para armonizar una mejor sociedad. Trabajar para que el agro sea visto sin prejuicios por la sociedad urbana será parte de las futuras competencias que deberá ejercer el ingeniero agrónomo.