03/11/2017

Soja: dejando plata por el camino

La aplicación de fertilizantes puede cambiar la ecuación ya que brinda mayor potencial de rendimiento. El manejo también cumple un rol fundamental pero hoy no se está aprovechando lo suficiente. ÁMBITO

Mientras los productores se preocupan por el clima y la altura de las napas que no los dejan avanzar con las siembras y algunos funcionarios comienzan a alarmarse por la caída que registraría el "grano estrella", la soja, cultivo en el que se prevé un retroceso del área de siembra que puede oscilar entre 1,5 a 2 millones de hectáreas (lo que implica entre 5 y 7 millones de toneladas menos de cosecha y, por ende, de ingreso de divisas y de recursos fiscales por las retenciones), resulta que una simple medida de manejo podría neutralizar esa merma.

Es que según Fertilizar, la ONG que se dedica a estudiar el estratégico insumo, la oleaginosa es el cultivo menos "atendido" en cuanto a la aplicación de fertilizantes, al punto que ni siquiera alcanza los promedios que se usan en cereales como trigo y maíz, de 180 y 171 kilos por hectárea, respectivamente. Mucho más extrema es la comparación con los países vecinos pues, mientras en la última campaña Argentina utilizó 36 kilos de fertilizante por hectárea para la soja (26 en 2015), Uruguay ya utiliza 100 kilos y Paraguay supera los 200 obviamente, en ambos casos, alentados por el precio internacional pleno que reciben los productores al no haber retenciones a la exportación de los granos.

Por la razón que sea, el punto es que con solo ajustar el uso de fertilizantes que ya se hace con los cereales, y chequear las necesidades de Boro (B), Zinc (Zn) y Azufre (S), además de los clá-

sicos Nitrógeno (N) y Fósforo (P) se pueden lograr mejoras promedio de producción de entre 500 y 800 kilos por hectárea, y aún más.

Para el vicepresidente de la organización, el especialista Jorge Bassi, se trata del "Plus que se logra con aplicación completa. La propuesta que medimos es la de mejora sobre la dosis parcial que ya se aplica. Con esto, vimos aumentos de rendimiento de 9-12%, hasta 22% según la región. El caso es que en algunas zonas tienen dosis bajas, y en otras directamente no aplican", dice Bassi.

Según los cálculos, el paquete adicional sale 40-45 U$S más por hectárea, considerando que los productores ya utilizan unos 25 U$S en zona núcleo, pero de los ensayos resulta que se obtienen beneficios por 100-120 U$S ha., es decir que la aplicación adicional se paga entre 2 y hasta 3 veces, y esto aún con las retenciones actuales, por lo que en 2-3 años los números van a mejorar más aún por los recortes paulatinos que debería ir registrando el impuesto, según confían los especialistas.

Esto significa, nada más y nada menos, que a nivel país, con una inversión de alrededor de u$s800 millones, se logran mejoras directas muy conservadoras de no menos de u$s1.700 millones. Más del doble.

Pero también hay "ganancias" indirectas, o no tan visibles, pero igual o más valederas, desde el cuidado del recurso suelo, hasta un tema que tiene a mal traer a la soja argentina últimamente: la mejora en la "calidad" proteína del grano, algo cada vez más cuestionado por algunos compradores, y castigado en el precio, aunque "de eso no se habla"... En este caso, la aplicación del "paquete completo", mejora en un nada desdeñable medio punto la calidad proteínica del grano.

Pero, si la respuesta económica es garantizada y la mejora productiva incontrastable, entonces, ¿por qué no se aplica masivamente?.

Para los especialistas, las razones son varias, partiendo del hecho de que "Los productores están "confortables" con lo que ya logran", hasta que "No calculan lo que dejan de ganar", aunque se agregan varias más.

Así se podría mencionar la caída de la rentabilidad y falta de entusiasmo durante muchos años, o la falta de control efectivo de suelos, sobre todo si se tiene en cuenta que buena parte de los cultivos son encarados en campos arrendados a los que se les trata de sacar el máximo, y si los propietarios no se preocupan por la reposición de los nutrientes, menos aun lo harán los que arriendan los predios.

La manifestación más evidente de todo esto es que, a pesar de los notables avances genéticos logrados en materia de semillas en los últimos años, hace varios ciclos que los rendimientos promedio en soja se muestran amesetados, sin reacción global. 

El punto es que, justamente, esas mejoras productivas de los nuevos materiales son las que están "enmascarando" la menor productividad de los suelos por falta de reposición de los elementos que se le están extrayendo.

Los productores obtienen rindes similares, pero no se dan cuenta de que están hipotecando la fertilidad de sus potreros. De ahí la particular trascendencia que adquiere la vapuleada Ley de Fertilizantes (que ahora habría perdido estado parlamentario en el Congreso y que permitiría desgravar de ciertos impuestos las inversiones hechas en este insumo), imprescindible para una agricultura de cosecha con mirada de largo plazo.

"Creemos que habría una mejora promedio de 8-10% en los rendimientos. Son muchos millones de toneladas, y son dólares que se pierden en la exportación", destaca Bassi, y se podría agregar también, que es la calidad de alrededor de 20 millones de hectáreas de soja, la que está en juego.