10/01/2022

En otro año Niña, monitorear antecedentes debiera ser una costumbre

El fenómeno meteorológico, sobre todo cuando se da en años consecutivos, reduce el nivel de los rendimientos en el sur de Brasil y en zonas agrícolas de la Argentina y de Paraguay. LA NACIÓN

Chicago busca acomodarse a la realidad. Nuestra calificación de “fantasiosa” para la cosecha de soja argentina 2021/2022 estimada por el USDA en noviembre pasado se va confirmando. En efecto, los años “doble Niña” generan recortes productivos de importancia en nuestra nación y los antecedentes estadísticos que reportaba hace varios meses el Organismo de Riesgo Agropecuario (ORA) del Ministerio de Agricultura eran más que elocuentes.
Veamos. El fenómeno “doble Niña” lo vivimos (últimamente) en los años calendario 2008 y 2009 y en 2011 y 2012, como así también en 2017 y 2018. En todos los segundos años Niña de esos períodos los rendimientos –tanto en soja como en maíz– en el nivel país cayeron entre el 17 y el 33% respecto de los rindes de tendencia. Además, el ORA también mostraba que no todas las regiones de la pampa húmeda sufren similares consecuencias. De hecho, el noroeste bonaerense, el extremo sur de Córdoba y el noreste de La Pampa han tenido buenos rindes ante dichas circunstancias (notable, ¿no?).
En semejante contexto, el USDA en noviembre (luego lo ratificó en diciembre) pronosticó una producción argentina de 49,5 millones de toneladas, contra los 45 millones de 2021 y con una probable caída de área. Veremos, pero el número suena fantasioso.
Los recortes productivos en las circunstancias descriptas también se extienden a Paraguay y al sur de Brasil, donde ya se experimentan pérdidas irrecuperables. Así se explica el comportamiento de Chicago de las últimas semanas.
Sudamérica en su conjunto podría experimentar recortes productivos del orden de los 15/20 millones de toneladas respecto de los pronósticos del USDA. Y teniendo en cuenta que los stocks de cierre proyectados para EE.UU. (verdadero termómetro de Chicago) al 1º de septiembre de 2022 son de tan sólo 9 millones de toneladas, los comentarios huelgan. Los números no cerraban con una soja “buscando” los US$400 por tonelada. Todo pareciera indicar que el racionamiento de la demanda externa por parte de EE.UU. se efectivizará (como siempre) vía aumento de precios y habría que ver si los US$500 son suficientes.
Tener en cuenta también el despertar de un gigante dormido como la India como potencial importador de harina de soja (hasta ahora, neutro). No obstante, es cierto que aún juegan algunos factores bajistas que presionaron a Chicago en noviembre, como los anuncios de la Reserva Federal de Estados Unidos (menor inyección de liquidez y alza en tasas de interés), las dudas que plantea la variante Ómicron en el nivel global, la ralentización de la demanda asiática y la inminente autorización en China del uso de materiales GMO (hasta ahora no autorizados).
Así las cosas y, como siempre, imaginar escenarios de precios no es tan sencillo como enumerar los factores alcistas y los bajistas. La cuestión pasa por la adecuada ponderación de los mismos. El miércoles próximo tendremos un nuevo reporte del USDA que podría ayudar en tal sentido, más allá de que la confiabilidad del organismo en materia de pronósticos (tanto producción como demanda) es muy cuestionable. Por el momento, es importante reconocer que el aporte especulativo de los “fondos” tiene una cuota importante de responsabilidad en las alzas de la soja, del orden de los 60 dólares por tonelada en Chicago en las últimas tres semanas.
El autor es presidente de Nóvitas SA
Enrique Erize