Estabilizar en 2016: ni tan fácil, ni tan reactivador
Jorge Vasconcelos - jvasconcelos@ieral.org
Parar la inflación en seco viniendo de una hiper puede ser muy estimulante para la actividad económica. Pero ese no es el caso de la Argentina hoy. Luego de haberse instalado en un andarivel superior al 20 % anual desde 2007, la inflación en nuestro país ha adquirido un componente inercial peligroso, que exige trabajar por el lado de la oferta (desindexando), pero también por el lado de la demanda, haciendo consistentes la política fiscal y la monetaria. Sin embargo, de aplicarse un programa de estabilización en 2016, no podrá recurrirse a fórmulas como el desagio del Plan Austral (1985) porque, en el arranque, el nuevo gobierno se encontrará con un inédito desorden de precios relativos. A su vez, el próximo año tampoco podrá evitarse un ajuste fiscal, porque el déficit es demasiado elevado como para ser enteramente financiado con endeudamiento y de movida habrá que emitir bonos por unos 10 mil millones de dólares para cerrar el tema holdouts, ya que las reservas del BCRA estarán en su mínimo registro. Por el nivel record de la presión tributaria, cualquier corrección fiscal que se intente tendrá que hacerse por el lado del gasto, buscando mayor eficiencia, pero también por un recorte en los subsidios energéticos y al transporte. Es inevitable que esto afecte la capacidad de consumo, pero aun así las presiones inflacionarias seguirán latentes, ya que el fuerte endeudamiento del Banco Central hará que el interés que pagan las Lebacs se constituya en una fuente autónoma de expansión de la base monetaria, del orden del 20 % anual. Ante ese cuadro de situación, el debate "shock vs. gradualismo" luce desenfocado, ya que se necesitarán medidas muy firmes pero que no podrán ser aplicadas todas en un sólo momento, aunque si conviene que estén preanunciadas.
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