En el Congreso de Maizar 2024 que se desarrolla en la ciudad de Buenos Aires, Paulo Garollo, investigador y especialista en el cultivo de maíz de FITOLAB Brasil, destacó que la “chicharrita” (Dalbulus maidis) es una plaga cuyo manejo efectivo requiere “una combinación de estrategias debido a su alta capacidad de reproducción y movilidad”.
La disertación que tuvo como moderador a Federico Zerboni, presidente de Maizar permitió conocer en profundidad la experiencia de Brasil.
Según Garollo, las temperaturas juegan un papel crucial en la proliferación de esta plaga, con un rango óptimo de 26 a 30 grados Celsius favoreciendo su reproducción. Sin embargo, en regiones más frías, la plaga puede reproducirse a partir de los 20 grados, aunque temperaturas menores impactan negativamente en su reproducción. “Esta información es crucial para los agricultores que deben estar atentos a las variaciones climáticas y sus efectos en las plagas”, explicó.
Asimismo, el experto enfatizó que, aunque la “chicharrita” es un vector de transmisión de bacterias y fitoplasmas que afectan al maíz, “no se debe dejar de plantar este cultivo”. Entre las estrategias recomendadas, destaca la eliminación del “maíz guacho”, ya que estas plantas voluntarias pueden ser refugio para las plagas.
En su disertación, Garollo señaló que “el período crítico de impacto de la chicharrita en el maíz es durante las primeras ocho semanas de crecimiento”. Por lo tanto, “es fundamental comenzar las aplicaciones de insecticidas desde el inicio del cultivo, respetando los intervalos y evitando el exceso para prevenir daños ambientales”.
Recomendó, además, aplicaciones de borde a 30 metros, utilizando preferentemente productos de contacto para controlar a las chicharritas adultas.
El equipo de Garollo también está experimentando con la inserción de aceite vegetal en los productos, buscando mejorar la efectividad del control. Destacó que la chicharrita puede sobrevivir de 5 a 7 semanas sin alimentación, por lo que es vital gestionar adecuadamente el “maíz guacho” y los residuos del cultivo para evitar la supervivencia y proliferación de la plaga.
Por consiguiente, subrayó que todas estas estrategias deben implementarse de manera coordinada y sistemática, adaptándose a las condiciones específicas de cada región.
En tanto, alertó que la proliferación de la “chicharrita” puede causar un severo retraso en el crecimiento de este cultivo, resultando en una disminución de hasta un 70% en la producción de granos.
Este insecto no solo daña las plantas directamente, sino que también actúa como vector de varias enfermedades, como el achaparramiento rojo, el achaparramiento amarillo y el virus de la raya fina. Estos patógenos afectan gravemente la salud y el rendimiento del maíz, “haciendo urgente la implementación de medidas preventivas y de control”.
Uno de los principales desafíos en el control de la chicharrita es la presencia del maíz guacho, las plantas voluntarias que surgen después de la cosecha. Estas plantas sirven como puente verde entre temporadas, albergando tanto a los insectos como a los agentes causantes de enfermedades, destacó Garollo.
El especialista enfatizó en la necesidad de eliminar estas plantas para interrumpir el ciclo de vida de la “chicharrita” y reducir la incidencia de enfermedades. “Cuando se alimenta de una planta contaminada, la chicharrita puede infectarse y transmitir múltiples agentes patógenos simultáneamente”, advirtió.
Para combatir esta plaga resistente, recomendó un enfoque de manejo integrado. Este incluye el tratamiento de semillas, el uso de fitosanitarios químicos y biológicos, y la elección de híbridos de maíz más tolerantes a las enfermedades asociadas.
Ajustar el tiempo de siembra y evitar las siembras consecutivas de maíz son medidas cruciales para reducir la presión de la plaga. Además, el uso de herbicidas graminicidas en el maíz guacho puede ayudar a eliminar los refugios de la chicharrita, explicó desde la experiencia recogida en el sur de Brasil.
Señaló que “la clave para un control efectivo radica en la concienciación y educación de los agricultores sobre estas prácticas preventivas”. Y concluyó: “El productor debe ser proactivo en el uso de tratamientos de semillas y en la implementación de todas las estrategias disponibles para proteger su cultivo”.