Mucha gente se pregunta si esta ola de precios -muy por encima de los valores de la década del 90- continuará. ¿O más bien el actual es un proceso de corta duración? Manuel Alvarado Ledesma - AGROSITIO
Si uno debe arriesgar una opinión debería decir que los actuales valores pueden tener variaciones más ligadas a la oferta que a la demanda de la economía real. Es que la primera se haya atada a las condiciones climáticas y, por ende, la productividad de la tierra resulta algo aleatorio.
En lo inmediato, el mercado tiene una gran estrechez de oferta que, aún con una cosecha de magnitud proveniente de América del Sur, ésta no podrá modificar sustancialmente las cosas.
Algo distinto puede ser el panorama cuando se vislumbre claramente la intención de siembra de EE.UU. en la nueva campaña. Por tanto, puede haber una suave descompresión de precios.
En lo que hace al cortísimo plazo no debemos olvidar que los fondos especuladores retienen posiciones compradas de considerable magnitud. Y que por lo tanto, mediante sus salidas y tomas de ganancias asistiremos a bajas y subas desde los altos niveles actuales.
Con relación al maíz, llama poderosamente la atención la falta de reacción del USDA.
No ha tomado en cuenta todavía que, habiendo pasado EE.UU. la peor sequía de los últimos 50 años, la estimación de superficie cosechada es poco creíble. Así el organismo se mantiene en 35,5 millones de Has. Acá hay un elemento de presión a la suba de corto plazo.
A ello debe agregarse el hecho de que difícilmente América Latina logre alcanzar los volúmenes de producción estimados por el USDA. Miren lo que está pasando en el Cinturón Maicero argentino y tomarán una buena idea de la gravedad del cuadro.
Así están las cosas para el corto plazo. El temor, entonces, puede originarse en la visión de lo que viene más adelante. Pero no hay razones visibles para tal cosa.
No se aprecian fantasmas pues la demanda mundial continuará con firmeza aún cuando China revele una suave contracción en el ritmo de crecimiento.
Los países emergentes siguen su recorrido de fuerte impulso de crecimiento, pero ahora con una acentuada tendencia a mejorar el nivel de vida de su población bajo la sombra de una clara tendencia a la apreciación de sus monedas, como es el caso del yuan.
China no es la única.
Otras economías de Asia siguen sus pasos y tienden a la flexibilización del tipo de cambio con una paulatina apreciación de las monedas locales. Así se va observando un abaratamiento de los bienes transables y, en consecuencia, un aumento del salario real.
Estos países aseguran una sostenida demanda sustentada en un gradual pero firme aumento de su capacidad importadora.