La brecha cambiaria, un test crucial para el plan 2016
Jorge Vasconcelos
jvasconcelos@ieral.org
En los recurrentes debates sobre la conveniencia del shock o del gradualismo como terapia para la economía a partir de diciembre, suele quedar en segundo plano la cuestión de la brecha cambiaria que, en realidad, es clave para medir el resultado de esa política. Existen múltiples motivos para presumir que el más exitoso de los planes será aquel que logre eliminar o reducir al mínimo la diferencia entre el dólar paralelo y el oficial, debido a su impacto sobre el sector externo, el nivel de actividad y las expectativas de inflación. Más allá de los rótulos que se apliquen a la política económica, si el próximo año subsistiera una brecha cambiaria significativa, la recuperación de las exportaciones sería más lenta, el ingreso de capitales seguiría frenado y la evolución futura de la inflación quedaría bajo un signo de interrogación. Desde que se acentuaron los controles, a fin de 2011, se advierte una marcada correlación entre la magnitud de la brecha, la evolución de las reservas del Banco Central y la marcha del nivel de actividad, por lo que no parece posible salir del estancamiento sin resolver las distorsiones del mercado cambiario.