02/03/2020

El oro verde que ya no brilla ni da ese color en el balance

La soja ya no está en condiciones de ser el remedio para sanar el vicio de un Estado que gasta más de lo que recauda.  AGROVOZ

Favio Ré

Hay una imagen que muchos recuerdan como una postal histórica, pero es un reflejo de un pasado no tan lejano, sino más bien reciente. Una década atrás era usual observar soja sembrada hasta en los costados de las rutas, por fuera de los límites que marcaban los alambrados.
Fue, en ese momento, uno de los botones de muestra más fieles en el ámbito doméstico del boom de las commodities que se estaba viviendo a nivel internacional.
El crecimiento acelerado de China había elevado la demanda de la oleaginosa de tal manera que, entre febrero de 2007 y el mismo mes de 2008, su precio internacional se había casi duplicado hasta acercarse a los 600 dólares por tonelada.
De allí que este cultivo provocó una marea que inundó hasta las banquinas, derramando millones de dólares no sólo en el fisco sino también en el resto de la economía; por ejemplo, en el mercado inmobiliario y en el comercio de automotores.
Aquel contexto fue el que le valió a la soja el mote de “oro verde”: desde ese entonces y hasta hoy, es la principal fuente de divisas de la Argentina.
El poroto y sus derivados (harina, aceite y biodiésel) generan uno de cada cuatro dólares que ingresan al país por exportaciones. Es más de lo que suma toda la industria automotriz en conjunto.
Esa capacidad del “oro verde” de producir los billetes del mismo color que el país no puede emitir –aunque los necesita para sanar su crónico problema de déficit fiscal– es lo que ha llevado a que el Estado siempre mire con una lupa aumentada las vainas que en marzo ya comienzan a estar listas para la cosecha.
Pero sucede que aquel refrán que reza que “todo tiempo pasado fue mejor” se cumple a la perfección en la actualidad para la oleaginosa: ya no brilla ni está en condiciones de seguir siendo el remedio para alivianar el vicio de un Estado que gasta más de lo que recauda.
Ecuación
La decisión que tomó el Gobierno nacional en las últimas horas de suspender el registro de declaraciones juradas de ventas al exterior (DJVE) fue la confirmación indirecta de la noticia que productores y ruralistas esperaban que no fuera más que un rumor: un nuevo aumento de las retenciones, que llevaría la alícuota que paga la soja del 30 por ciento al 33 por ciento.
Pero esta suba llega bajo un escenario muy distinto al de la época de oro de la soja, por tres factores que años atrás no existían.
El primero es el precio internacional más bajo en una década, producto de una demanda china afectada por el coronavirus, en el marco de una oferta recargada por buenas cosechas en los principales países productores. Fundamentalmente, en Brasil, que se encamina a batir un nuevo récord, con 125 millones de toneladas.
El segundo es el desdoblamiento cambiario que obliga al productor a vender sus granos a un dólar de 40 pesos pero comprar insumos a 80 pesos.
El tercero, que como todos los actores del mundo de los negocios de Argentina, los productores necesitan de un financiamiento para sus labores de siembra y cosecha, hoy inexistente .
En este contexto, el Índice de Viabilidad Económica Agrícola (Ivea) que calcula el Movimiento Crea –surge de medir la relación entre el rinde esperado para una determinada zona y el rinde de indiferencia necesario para no perder dinero en un planteo con campo arrendado– muestra que, antes de la suba de retenciones, 203 de 256 departamentos o partidos en los que se siembra soja tenían un rinde esperado similar o inferior al de indiferencia.
Con tres puntos más de derechos de exportación, ahora son 235: 91,7 por ciento del total.
En Córdoba, el Ivea con retenciones del 30 por ciento era positivo (2,49) y ahora es negativo (-1,63), con 13 de 20 departamentos que no llegan a cubrir el rinde de indiferencia.
Del mismo modo, el economista de la Bolsa de Cereales de Córdoba Gonzalo Agusto estima que la rentabilidad de un productor en Córdoba caerá del 3,5 por ciento al 0,5 por ciento. Como es un promedio para toda la provincia, significa que hay zonas donde la oleaginosa dará pérdidas.
En otras palabras, con el nuevo escenario impositivo, el balance de la soja dejará de dar verde en la mayor parte de Argentina. Tras un pasado reciente de brillo, los productores ven un presente opaco y un futuro de sombras.