La amenaza de nuevas sanciones estadounidenses contra compradores de fertilizantes rusos encendió las alarmas en el agro latinoamericano. Los países de la región que dependen en gran medida de estos insumos para su producción agrícola, podrían verse duramente afectados si se interrumpen los flujos comerciales con Rusia, uno de los tres principales exportadores mundiales.
En el caso de Brasil, principal productor mundial de soja, azúcar y café, las importaciones de fertilizantes rusos aumentaron casi un 30 % en el primer semestre de 2025 y representaron más de un tercio del abastecimiento total el año pasado. “Sin ese volumen, la producción de soja y maíz directamente se vuelve inviable”, advirtió Lucas Beber, vicepresidente de Aprosoja, la asociación que agrupa a los productores de granos brasileños, a Reuters.
México también enfrenta un escenario delicado. El año pasado importó más de 580 millones de dólares en fertilizantes rusos, con la urea como insumo clave para cultivos como maíz, sorgo, trigo y palta. “La calidad de los fertilizantes podría bajar, y eso afectaría directamente la productividad”, explicó Raúl Urteaga, exdirector de asuntos internacionales de la Secretaría de Agricultura mexicana a Reuters. Una caída en la oferta podría trasladarse a los consumidores estadounidenses, ya que más del 80 % de las exportaciones mexicanas de aguacate se destinan a ese país.
Colombia no queda al margen: uno de cada cuatro kilos de fertilizante que importa proviene de Rusia. El impacto también podría sentirse en sus exportaciones de frutas, flores y café, productos estrella en su vínculo comercial con Estados Unidos.
El temor generalizado en la región es que las eventuales sanciones secundarias —como parte de un renovado impulso de la administración de Donald Trump para frenar el financiamiento a la guerra en Ucrania— afecten los flujos comerciales y disparen nuevamente los precios de los fertilizantes, como ocurrió tras la invasión rusa en 2022.
Desde Mosaic, una de las principales empresas globales del rubro, alertaron que las tensiones geopolíticas ya están retrasando ventas clave para el próximo ciclo agrícola en Brasil, lo que podría complicar el abastecimiento para la siembra de soja en septiembre. “Las discusiones sobre represalias comerciales solo agravan la volatilidad de precios”, señaló Eduardo Monteiro, gerente general de la firma en Brasil.
Si bien tanto Brasil como México han prometido reducir su dependencia de fertilizantes extranjeros —con metas ambiciosas como pasar del 33 % al 80 % de producción nacional en el caso mexicano— los avances han sido lentos. En Brasil, el alto costo del gas natural y la falta de financiamiento limitan el desarrollo local, mientras que la petrolera estatal mexicana Pemex aún no logra rentabilizar el negocio de los fertilizantes.
En este escenario incierto, Rusia apuesta a aumentar su participación en el mercado global del 15 % actual al 25 % para 2030, enfocándose en los países en desarrollo del bloque BRICS. Mientras tanto, en América Latina, los productores agrícolas enfrentan el riesgo de una tormenta perfecta: restricciones comerciales, insumos más caros, menor productividad y presiones inflacionarias que podrían impactar en toda la cadena alimentaria.