19/12/2011

La crisis y el precio de los granos

Opinión. Por Manuel Alvarado Ledesma | Para LA NACION

Por el lado de la oferta, las restricciones en las reservas globales, patentizadas en el maíz, alientan una visión favorable a los precios de los productos del agro, sobre todo de los granos. Sobre esto hay coincidencia. Donde hay disidencia es en la estimación de la demanda. Los temores por una fuerte desmejora en los precios se basan en la posibilidad de su contracción, básicamente, por la crisis financiera mundial. Sin embargo, es racional aguardar una demanda sostenida que no sólo se explica por el crecimiento de la industria de biocombustibles. ¿Por qué? Vamos a ver.

El sistema mundial evoluciona hacia una descentralización del poder, con un corrimiento hacia la periferia, fundamentalmente a Oriente, y una revalorización de sus monedas respecto de las del centro.

En épocas de depresión global es común la aparición de guerras de monedas. Ellas se dan porque los gobiernos promueven el crecimiento mediante el aumento de las exportaciones merced a la depreciación de las monedas locales. El conflicto surge cuando muchos siguen la misma política y, así, la cuestión se convierte en un juego de suma-cero.

Hubo un tiempo de baja en el valor del dólar que duró hasta iniciado este año, cuando empezó a subir. Y ahora, está en el máximo de un período de once meses. Sin embargo, Estados Unidos está obligado a experimentar la depreciación de su moneda o, lo que es lo mismo, la apreciación de las principales monedas con el fin de superar su crisis. Pero hoy tiene dos problemas grandes: el euro sufre obviamente la aversión del público para su tenencia, por una parte, y por otra, las autoridades chinas no quieren acelerar un incipiente proceso de depreciación del yuan. Así la guerra está desatada.

Los problemas de la Unión Europea permiten que, en contraposición al euro, el dólar mejore. Sin embargo, los preocupantes números fiscales de la Unión Europea, si bien son altamente graves, en rigor, se muestran mejores que los de Estados Unidos y Japón. Cunde una suerte de "euroescepticismo" que no permite apreciar con claridad el cambio de fuerzas que sufre el mundo.

A su vez, China, pese a todo, reconoce que necesita apreciar el yuan para propiciar el consumo interno y poner paños fríos sobre la inflación, aunque ello implique un menor incentivo a sus exportaciones. Algo similar sucede con varias naciones del sudeste asiático.
La propia fuerza de la crisis revela la necesidad de que Oriente pase a comprar más. Así, irá empujando a la regulación de paridades.
Cada vez es más evidente la traslación del poder adquisitivo desde Occidente hacia Oriente que se plasma en una sostenida demanda de alimentos.

La clase media de China e India es ya más del 50% del total mundial. Por primera vez, China e India son las naciones que más aportan a la tasa de crecimiento mundial. El sudeste asiático muestra una tasa de aumento en el PBI que duplica ampliamente a la del mundo y triplica generosamente a la del conjunto de países más desarrollados.

Entre 1990 y 2008 el peso de Asia (sin contar Japón) en el PBI (en paridad de poder adquisitivo) ha pasado del 13% al 25%. China es la segunda mayor economía del mundo y se convertiría en la primera entre 2025 y 2030. En los años 20, India pasará a ser la cuarta.
Así las cosas, aun cuando la crisis mundial detenga el viento de cola, éste seguirá soplando para los alimentos. Seguramente con menos fuerza, por ahora. Pero lo seguirá haciendo.