Síntesis: Más preocupación por el crecimiento que por la inflación.
El cambio de las metas de inflación anunciado a fin de 2017, que implica relajar el objetivo de 10 a 15 por ciento anual para 2018, es un nuevo episodio de "prueba y error" de un gobierno que recibió una pesada herencia, pero que también mostró falencias por asumir con un plan incompleto y sin el suficiente ensamblaje. Los frecuentes recambios ministeriales forman parte de este cuadro; también en su momento el replanteo de las metas fiscales. Obviamente, estos vaivenes afectan la credibilidad, pero sin alcanzar a opacar los avances de gobernabilidad del último período, con el Pacto Fiscal como hito. En realidad, en esta fase, más relevante que dar en el blanco en materia de inflación es cumplir con la reducción del déficit fiscal, para que el recorrido de la deuda pública se haga sustentable.